El paro baja en noviembre… pero la letra pequeña vuelve a encender las alarmas

El Ministerio de Trabajo presentó los datos de paro registrado de noviembre con tono de victoria: 18.805 personas menos inscritas en las oficinas de empleo y un total de 2,42 millones de parados, la cifra más baja para este mes desde 2007. Sobre el papel, España seguiría avanzando hacia un mercado laboral más sólido. Pero, cuando se analiza qué hay detrás de esos números, la foto es bastante más compleja de lo que sugiere el titular oficial.

El propio diseño de las estadísticas, el peso creciente de los contratos fijos discontinuos, la estacionalidad extrema de algunos sectores y la falta de mejoras claras en productividad y horas trabajadas dibujan una realidad mucho más frágil. Menos paro registrado no significa necesariamente más empleo de calidad.


Un noviembre “de récord” en las cifras oficiales

Si se miran solo los datos que subraya el Gobierno, hay motivos para el optimismo:

  • El paro registrado baja en casi 19.000 personas respecto a octubre.
  • El total se sitúa en torno a 2,42 millones de desempleados, el mejor dato en un noviembre en casi dos décadas.
  • En términos interanuales, el descenso ronda las 160.000 personas, algo más del 6 %.
  • El paro juvenil se sitúa en mínimos históricos para un mes de noviembre, por debajo de los 190.000 menores de 25 años.
  • Entre las mujeres, el desempleo también marca su nivel más bajo desde antes de la crisis financiera.

Son cifras que permiten al Ejecutivo hablar de “fortaleza” del mercado laboral y de consolidación de la reforma laboral. Sin embargo, las estadísticas de paro registrado y contratos firmados cuentan solo una parte de la historia.


Menos apuntados al paro no es lo mismo que más empleo

El primer matiz importante es que el paro registrado no mide cuántas personas trabajan, sino cuántas están inscritas oficialmente como demandantes de empleo. La diferencia es clave.

Hay varios motivos por los que alguien puede dejar de figurar como parado sin haber encontrado un empleo estable:

  • Desánimo: personas que dejan de buscar trabajo después de meses o años sin éxito.
  • Salida al extranjero: emigración laboral que no siempre se recoge en tiempo real.
  • Cambios administrativos: participación en determinados programas, bajas, situaciones personales que les sacan del registro.
  • Transición hacia la economía sumergida: trabajos sin contrato que no aparecen ni como empleo ni como paro.

Por eso, que el paro baje no garantiza por sí solo que se esté creando trabajo suficiente y de calidad. Para tener una imagen completa, habría que cruzar estos datos con la Encuesta de Población Activa (EPA), las horas trabajadas efectivas y la evolución de la población activa. Y ahí es donde el relato se matiza.


El boom de los “indefinidos”… que no siempre dan estabilidad

La otra gran bandera del Gobierno es el aumento de los contratos indefinidos tras la reforma laboral. En noviembre se firmaron alrededor de 1,29 millones de contratos, de los que algo más de 530.000 fueron indefinidos, en torno al 41 % del total. Muy por encima de los niveles que eran habituales antes de 2022.

Sin embargo, no todos esos indefinidos significan estabilidad real:

  • Una parte relevante son contratos a tiempo parcial, con jornadas muy reducidas.
  • Otra parte son fijos discontinuos, una figura que permite alternar periodos de actividad e inactividad bajo un mismo contrato.
  • La temporalidad como tal no desaparece, sino que en muchos casos se “rebautiza” bajo nuevas fórmulas.

De hecho, los contratos temporales siguen siendo mayoría en volumen mensual: casi 6 de cada 10 firmas en noviembre fueron temporales. Y la rotación continúa siendo elevada en sectores como comercio, hostelería o logística.

Para el trabajador, la etiqueta “indefinido” no siempre implica un sueldo estable 12 meses al año. Para las estadísticas, en cambio, sí mejora de forma notable la foto del mercado laboral.


El gran agujero negro: los fijos discontinuos que no cuentan como parados

La figura del fijo discontinuo se ha convertido en uno de los puntos más polémicos de la nueva arquitectura laboral. Sobre el papel, es un contrato indefinido pensado para trabajos estacionales: campañas agrícolas, temporada turística, refuerzos en determinadas épocas del año, etc.

En la práctica, tiene un efecto estadístico relevante:

Cuando el trabajador está “llamado” y en activo, figura como ocupado.
Cuando no está siendo llamado —no trabaja y no cobra el salario ordinario— puede no aparecer como parado registrado, aunque de facto esté en casa sin empleo.

Esa bolsa de personas con contrato, pero sin actividad, no se refleja en el paro registrado y distorsiona la percepción real del desempleo. Son trabajadores que alternan meses de ingresos con meses de inactividad, pero que no aparecen en la misma categoría que alguien apuntado en la oficina de empleo.

Distintos analistas apuntan que hay ya cientos de miles de personas en esta situación. Si se sumaran a las listas de paro en los momentos de inactividad, la cifra total de desempleo efectivo sería sensiblemente mayor.


Un mercado laboral que sigue viviendo del calendario

El análisis por ramas de actividad confirma una realidad que España arrastra desde hace décadas: el peso enorme de los servicios y, dentro de ellos, de actividades muy vinculadas al turismo y al consumo estacional.

Eso se traduce en:

  • Fuertes subidas de empleo en determinados meses (primavera, verano, campañas como Black Friday o Navidad).
  • Caídas igual de bruscas cuando pasan los picos de demanda.
  • Contratos cortos y plantillas que se inflan y desinflan en función del calendario.

El mes de noviembre es especialmente revelador: la hostelería destruye decenas de miles de puestos al cerrar la temporada alta, mientras que otros servicios como comercio o logística resisten mejor de cara a la campaña navideña. El problema es que esa montaña rusa casa mal con la idea de un empleo estable y con capacidad de planificación a largo plazo para las familias.


Mujeres y jóvenes: menos paro, misma fragilidad

El Gobierno subraya como logros la reducción del paro femenino y juvenil. Y, en términos numéricos, es cierto que hay menos mujeres y menos jóvenes inscritos como parados que hace un año.

Pero la calidad de ese empleo sigue siendo una asignatura pendiente:

  • Las mujeres siguen concentrándose en los sectores con más parcialidad involuntaria (servicios, cuidados, comercio).
  • Muchos de los nuevos empleos juveniles son de baja duración, con salarios ajustados y poca capacidad de emancipación.
  • La rotación es muy elevada: prácticas, contratos de semanas o meses, cambios constantes de empresa o de actividad.

Que se reduzca el número de parados en estos colectivos es positivo, pero no equivale a haber resuelto la brecha salarial, la precariedad ni la dificultad de construir un proyecto vital independiente.


Manos extranjeras para sostener un modelo de baja calidad

Otro dato estructural que suele pasar de puntillas en las notas oficiales es el papel de los trabajadores extranjeros. Año tras año, las cifras muestran que buena parte del tejido productivo —sobre todo en hostelería, agricultura, trabajo doméstico y algunos servicios— depende de mano de obra migrante.

En los meses de temporada baja, la afiliación de extranjeros cae; en cuanto llega la campaña, vuelve a subir. Es un patrón que revela hasta qué punto el modelo necesita una fuerza laboral flexible, muchas veces con peores condiciones y con menor capacidad de negociación, para sostener sectores de bajo margen y alta exigencia física.


Más ocupados, pero sin más horas ni más productividad

Un indicador clave que rara vez protagoniza los titulares es el volumen de horas trabajadas. Puede aumentar el número de personas afiliadas a la Seguridad Social sin que suba en la misma proporción el trabajo efectivo realizado.

Esto ocurre cuando:

  • Crece el empleo a tiempo parcial.
  • Se extiende el uso de contratos fijos discontinuos.
  • Aumentan las jornadas reducidas o de corta duración.

Si la economía incorpora más “cabezas” a la estadística pero no mejora sus niveles de productividad ni el número de horas de trabajo estable, el resultado es una sensación de empleo que no siempre se traduce en salarios suficientes, capacidad de ahorro o mayor bienestar.

Es una de las críticas recurrentes de los expertos: España crea empleo, pero no siempre crea valor añadido. Y sin un salto en productividad, el país sigue atrapado en un modelo donde se necesitan muchos trabajadores para generar un PIB relativamente modesto.


Una distancia cada vez más visible entre relato y realidad

La conclusión que se extrae de la lectura pausada de los datos de noviembre es menos rotunda que el mensaje oficial:

  • Sí, el paro registrado baja y algunos indicadores marcan mínimos de muchos años.
  • Pero una parte importante de la mejora se apoya en cómo se contabiliza el desempleo y en figuras como el fijo discontinuo.
  • El mercado laboral sigue siendo muy estacional, volcado en servicios de bajo valor añadido y con elevada rotación.
  • La calidad del empleo —en términos de estabilidad, salarios, horas trabajadas y productividad— no mejora al mismo ritmo que las cifras de afiliación.

Para el ciudadano medio, la pregunta clave no es si el paro ha bajado unos miles de personas en un mes, sino si su empleo le permite vivir mejor, planificar el futuro y resistir una crisis sin caer al vacío. Y en esa liga, España sigue teniendo mucho terreno por recorrer.


Preguntas frecuentes sobre los datos del paro de noviembre

¿Por qué se dice que el paro baja “por efecto estadístico”?
Porque el paro registrado mide a quienes están apuntados como demandantes de empleo, no a todos los que no tienen trabajo. Si parte de la población deja de buscar empleo, se va al extranjero, entra en programas que la sacan del registro o trabaja sin contrato, desaparece de la estadística sin que eso suponga una creación real de puestos de trabajo.

¿Qué es exactamente un contrato fijo discontinuo?
Es un contrato indefinido pensado para actividades estacionales. La empresa llama al trabajador cuando hay actividad (por ejemplo, durante la temporada turística) y lo “suspende” cuando no lo necesita. En esos periodos de inactividad, el trabajador puede no figurar como parado registrado aunque no esté trabajando ni cobrando el salario habitual, lo que influye en las cifras oficiales.

¿Los contratos indefinidos garantizan estabilidad laboral?
No siempre. En España han crecido los contratos indefinidos, pero muchos son a tiempo parcial o fijos discontinuos. Es decir, pueden implicar menos horas, periodos sin actividad y salarios insuficientes para vivir con estabilidad, aunque mejoren la estadística de temporalidad.

¿Por qué se insiste tanto en las horas trabajadas y la productividad?
Porque reflejan mejor que el paro registrado la solidez del mercado laboral. Si hay más afiliados pero no crece el número de horas efectivas ni la productividad, la economía puede estar creando empleo de baja calidad: muchos contratos, poco valor añadido y sueldos ajustados. Sin un avance en estos indicadores, la mejora de los datos de paro corre el riesgo de quedarse en el plano cosmético.

Fuente: Paro en Noviembre en España

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