El Festival de Eurovisión 2025 se ha visto envuelto en una vorágine de controversias políticas y culturales que han acaparado los titulares de medios tanto nacionales como internacionales. Entre los temas más candentes se encuentra la participación de Melody por España, así como las implicaciones geopolíticas de la inclusión de Israel en el certamen, sumergido en el perpetuo conflicto con Palestina.
El programa «Todo es mentira», conducido por Risto Mejide en la cadena Cuatro, ha sido uno de los espacios televisivos que ha dedicado un segmento considerable de su tiempo a desglosar estos acontecimientos. En una reciente emisión, Mejide no solo criticó la relevancia excesiva otorgada a la política en el festival, sino que también reavivó el debate sobre el «Chanelazo», refiriéndose al polémico resultado de la edición de 2022 en la cual, según su opinión, España merecía ganar.
La intervención del presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha añadido más leña al fuego al solicitar formalmente la expulsión de Israel del certamen. Sánchez argumentó que la coherencia con los derechos humanos y la legalidad internacional deben ser prioritarios, recordando la respuesta global hacia Rusia tras su invasión a Ucrania hace tres años, lo que incluyó la expulsión del país de competiciones internacionales.
La crítica de Mejide hacia este posicionamiento ha sido feroz, señalando la hipocresía de condenar en el ámbito cultural a un país con el que se mantienen relaciones comerciales, específicamente en la venta de armas.
Además, la información divulgada por la corresponsal Almudena Ariza sugiere una posible manipulación en los resultados de votaciones para favorecer a Israel en Eurovisión 2025, complicando aún más el escenario.
En medio de este torbellino político, cultural y mediático, Mejide apuntó a la esencia misma del festival, cuestionando si Eurovisión ha dejado de ser un escenario para la celebración de la música, transformándose en una plataforma para la discusión política internacional.
Este año, más que nunca, Eurovisión ha trascendido los límites de lo musical para convertirse en un campo de batalla de ideologías, donde la diplomacia y la cultura se entrelazan en un espectáculo que promete generar tanto entretenimiento como controversia. La pregunta sobre la mesa relacionada con la participación de Melody y la posición de España en el festival queda flotando en el aire, reflejando la complejidad de una competición que, aunque se centra en la música, es inseparable de los dinámicos y a menudo turbulentos vientos de la política global.