En un vívido despliegue de simbolismo, un espectáculo luminoso transformó las fachadas de Whitehall con los colores de la Union Jack en el preciso momento en que el Reino Unido formalizaba su separación de la Unión Europea, marcando el comienzo de una nueva era fuera del bloque. Este evento culminante selló un proceso iniciado cinco años atrás, que continúa generando profundas divisiones dentro de la sociedad británica.
Los detractores del Brexit, considerándolo “el gran error”, y sus partidarios, celebrando su propio “día de la independencia”, reflejan la polarización que aún subsiste. Sin embargo, más allá de las festividades y protestas, el Reino Unido enfrenta el desafío de rediseñar su papel en una arena internacional cada vez más compleja y volátil.
A cinco años del referéndum que sorprendió al mundo, las consecuencias del Brexit siguen siendo un tema de ferviente discusión. Las repercusiones han sido variadas: desde el impacto económico hasta las tensiones políticas internas, pasando por reconfiguraciones en el tablero geopolítico global. La promesa y la realidad se entrecruzan en debates sobre el verdadero saldo de esta histórica decisión.
La gestión del Brexit por parte de diferentes gobiernos ha sido objeto de crítica, resaltando la falta de preparación y la incertidumbre como constantes. La llegada al poder de Keir Starmer ha marcado un posible giro hacia un enfoque más conciliador, aunque sus límites están claramente delineados por su rechazo a la participación en el mercado único, la unión aduanera y la libertad de movimiento, lo que plantea dudas sobre la viabilidad de un acercamiento significativo con la UE.
La revisión del Acuerdo de Retirada y el Acuerdo de Comercio y Cooperación, prevista para este año, pone de manifiesto que el Brexit está lejos de ser un capítulo cerrado. Asuntos pendientes como el futuro de Gibraltar y las complejidades de las nuevas relaciones comerciales subrayan que el proceso de desanudar más de cuatro décadas de integración es intrínsecamente complicado.
En este contexto, el Reino Unido también debe navegar por un entorno internacional desafiante, con la guerra en Ucrania, la rivalidad con China y la posibilidad del regreso de Donald Trump al escenario político estadounidense. Estos elementos añaden presión para forjar una identidad post-Brexit que permita al país mantener su influencia a nivel mundial.
El primer ministro Starmer busca revitalizar la economía británica, que muestra signos de estancamiento, con la mira puesta en acuerdos de libre comercio, especialmente con Estados Unidos. Sin embargo, la dependencia comercial del Reino Unido de la UE sigue siendo significativa, lo que complica las ambiciones de diversificación económica.
Mientras tanto, la cuestión migratoria, crucial en el debate del Brexit, ha experimentado cambios notables, con un aumento en la migración de fuera de la UE que contradice las promesas de reducción hechas por los partidarios de la salida del bloque.
El informe más exhaustivo realizado sobre el Brexit, liderado por Anand Menon, sugiere que aunque las consecuencias económicas no han sido tan perjudiciales como se temía, la adaptación a la nueva realidad fuera de la UE ha impuesto costos significativos y ha afectado negativamente la productividad a largo plazo.
En medio de estas complejidades, el Brexit continúa evolucionando como un proceso que remodelará las relaciones entre el Reino Unido y la UE, así como el papel del país en el mundo. Mientras Starmer y su gobierno se esfuerzan por navegar estas aguas turbulentas, la historia aún está por escribirse sobre si el Brexit será visto como un capítulo de afirmación soberana o como una oportunidad perdida en la historia del Reino Unido.