En Katmandú, la frustración de una juventud que anhela un futuro mejor ha estallado en protestas masivas que han llevado a la dimisión del primer ministro K.P. Sharma Oli. A medida que miles de jóvenes invaden las calles, sus demandas de reforma política y un alto a la corrupción han cobrado un giro trágico, con enfrentamientos que han resultado en la muerte de al menos 19 manifestantes. Javier Rodríguez, director de la ONG MIM Ayuda, describe la situación como una mezcla de rabia y desesperanza entre quienes sienten que no tienen más opción que salir a luchar por su futuro.
El clima de incertidumbre se siente en cada rincón de la capital nepalí, donde el aeropuerto ha cerrado y los vuelos de las ONG están suspendidos. A pesar de la represión gubernamental, que ha incluido el cierre de redes sociales, la chispa de la protesta se ha avivado, dejando atrás un intento de control que solo ha intensificado la indignación de los jóvenes. Mientras los ciudadanos expresan su rabia, el caos se centra en los símbolos del poder, sin que se registren ataques contra pequeños comercios, lo que sugiere un enfoque dirigido hacia las instituciones corruptas.
Expertos y cooperantes se preguntan acerca de un futuro incierto que mezcla posibilidades de cambio con el riesgo de un caos generalizado. Las alternativas políticas aún son vagas, con figuras emergentes como el alcalde de Katmandú y el ex primer ministro liberado, pero la falta de un liderazgo claro podría hacer que el movimiento pierda dirección. Lo que es innegable es que la voz de esta generación ha comenzado a resonar con fuerza, llenando el vacío dejado por años de desilusión y corrupción en el país.
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