En un escalofriante recuento actualizado, las autoridades de Ucrania han declarado que la invasión rusa, que comenzó en febrero de 2022, ha resultado en la muerte de aproximadamente 560 niños hasta la fecha. La tragedia se agravó este lunes pasado con un ataque descrito como «masivo» por parte del Ejército ruso, que impactó varias ciudades, incluyendo la capital, Kiev, y dejó a cuatro niños muertos.
En un comunicado difundido a través de la red social Facebook, la Fiscalía ucraniana detalló que, aparte de las trágicas pérdidas infantiles, alrededor de 1.450 menores han resultado heridos a consecuencia de la agresión a gran escala de la Federación Rusa.
Durante el mencionado ataque del lunes, se confirmaron las muertes de dos niños, uno de ocho y otro de diez años, así como las de dos niñas, de ocho y catorce años, con otros diez menores reportados heridos «de diversa gravedad». Además, se registraron heridas en un adolescente de 16 años en un ataque con artillería contra Novoekonomichne, en la provincia de Donetsk, y una niña de cinco años en Ochakivske, Mikolaiv, ubicado al sur de Ucrania, producto también de artillería rusa.
Frente a estas devastadoras cifras, el Kremlin ha mantenido su posición, reiterando que sus fuerzas armadas no dirigen operaciones contra objetivos civiles en Ucrania. Según Dimitri Peskov, portavoz de la Presidencia rusa, todos los bombardeos se enfocan en infraestructuras críticas y blancos militares vinculados al poderío militar ucraniano, argumentando que las acusaciones de ataques a civiles no tienen fundamento.
Esta aseveración ocurre a pesar de las denuncias ucranianas de ataques rusos contra instalaciones no combatientes, incluyendo un caso singular de un hospital infantil en Kiev. Rusia ha respondido a estas acusaciones alegando que un misil antiaéreo, y no un ataque deliberado, fue lo que ocasionó los daños en dicho hospital, una versión que Ucrania rechaza formalmente.
La comunidad internacional sigue consternada ante tales reportes, con un número creciente de denuncias que señalan la grave afectación no solo a la infraestructura y economía de Ucrania sino, de manera más desgarradora, al tejido social y humano, evidenciado claramente en la lamentable pérdida de vidas infantiles. Con el conflicto sin visos de resolverse en el corto plazo, la urgencia de alcanzar una solución pacífica se hace cada día más palpable, con la esperanza de poner fin a una tragedia que se ha cobrado demasiadas víctimas inocentes.