El gremio de damasquinadores de Toledo ha estado esperando durante varios años que su arte sea declarado Bien de Interés Cultural. Ven con ilusión este camino iniciado, con la esperanza de que esto pueda revertir la situación «enferma» del sector y abrir una senda de esperanza para un cambio generacional a largo plazo.
El presidente de la Fundación de Damasquinado de Toledo, Mariano San Félix Martín, ha destacado que el papel del Gobierno regional ha sido positivo en el proceso de documentación para lograr este estatus. Sin embargo, actualmente, el damasquinado se encuentra enfermo debido a la falta de recursos y la poca importancia que se le da.
San Félix asegura que aunque será difícil, no es catastrofista y están intentando salir adelante con la ayuda de todos, agradeciendo el apoyo de los medios y las personas que dan voz a esta forma de hacer arte. Hace unas décadas, el damasquinado era uno de los grandes sectores de Toledo, junto con La Fábrica de Armas y la Academia de Infantería. Sin embargo, con el paso de los años, ha ido perdiendo protagonismo debido a la falta de productos elaborados como souvenirs.
A pesar de esto, San Félix destaca que el damasquinado puede suponer un gran ingreso para Toledo, tanto en la parte lúdica como en la artística. Por eso, considera importante trabajar para no perder esta tradición que se remonta a tantos siglos atrás. La declaración de Bien de Interés Cultural puede ser útil en el progreso de la profesión, aunque reconoce que el camino por recorrer será difícil y el relevo generacional juega un papel crucial.
Por otro lado, el artesano alerta de que la administración no tiene una estadística de los damasquinadores que trabajan, lo que dificulta la planificación y promoción de este sector. Actualmente, San Félix cuenta con solo media decena de discípulos, lo que pone en peligro el relevo generacional.
Mariano San Félix Martín es un damasquinador con una larga trayectoria en este arte. Comenzó en 1951 en tres talleres diferentes con tres maestros distintos. Después de un periodo complicado para el sector, logró establecerse nuevamente en Toledo en 1983 y trabajó en la Escuela Taller de la Diputación hasta 2002. Actualmente, se dedica a hacer exposiciones y es el responsable de la Fundación para continuar con el damasquinado de Toledo.
Respecto a la competencia profesional y las falsificaciones en el sector, San Félix asegura que para él no hay competencia entre los artesanos. A sus 85 años, sigue trabajando con la misma ilusión de siempre y hace hincapié en la importancia de que esta tradición perdure con el apoyo de la Fundación y sus colaboradores.
En resumen, el gremio de damasquinadores de Toledo tiene grandes expectativas respecto a la declaración de su arte como Bien de Interés Cultural. Esperan que esto pueda revertir la situación «enferma» del sector y abrir un camino de esperanza para el relevo generacional. A pesar de los desafíos y la falta de recursos, están determinados a mantener viva esta tradición centenaria y seguir contribuyendo al patrimonio cultural de Toledo.