El gran radiotelescopio de 40 metros ubicado en el Observatorio de Yebes, en Guadalajara, ha marcado un hito al convertirse en la primera herramienta a nivel mundial para la detección de nuevas especies moleculares en el cosmos. Durante los últimos cuatro años, un equipo de astrónomos españoles, en su mayoría pertenecientes al Cuerpo de Astrónomos del Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, ha logrado descubrir 90 nuevas especies moleculares utilizando este avanzado radiotelescopio.
Esta colaboración no solo tiene implicaciones en la investigación astronómica, sino que también resalta el compromiso del Departamento de aportar sus infraestructuras espaciales a áreas científicas y técnicas de gran relevancia. Según un comunicado de prensa del Ministerio, este esfuerzo se alinea con políticas de posicionamiento, navegación y movilidad.
El espacio entre las estrellas, lejos de ser vacío, alberga grandes nubes de gas y polvo. Estos materiales, especialmente los pequeños granos de polvo, son capaces de bloquear la radiación ambiente, facilitando la formación de moléculas complejas en el gas. La disciplina que estudia estos fenómenos se conoce como astroquímica, un campo en constante evolución y uno de los más activos en la astronomía contemporánea.
Las observaciones realizadas con radiotelescopios se han consolidado como la metodología más eficaz para identificar especies moleculares analizando las ondas de radio que provienen de las nubes interestelares. El radiotelescopio del Instituto Geográfico Nacional en Yebes, gracias a su gran tamaño y la sensibilidad de sus receptores, se destaca como el más eficiente a nivel mundial en la detección de moléculas interestelares.
La cooperación entre el Observatorio Astronómico Nacional y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha permitido que, desde el inicio de estas observaciones hace cuatro años, se hayan identificado 90 nuevas especies moleculares, lo que representa el 28 % del total de moléculas detectadas en la historia de la radioastronomía.
Recientemente, se identificaron dos grandes moléculas aromáticas que evidencian la complejidad química presente en las nubes interestelares. Esta diversidad orgánica tiene profundas implicaciones, ya que se espera que los futuros planetas formados en estas nubes heredarán esta riqueza. De hecho, la misma riqueza química que dio origen a la vida en la Tierra podría estar también presente en otros entornos del universo.
Dado que los procesos químicos son uniformes en todo el cosmos y considerando la gran cantidad de planetas habitables en la Vía Láctea y más allá, los científicos sostienen que es plausible que la vida haya surgido o continúe surgiendo en múltiples lugares del universo.