La fuerza de «La Favorita 1922» siempre ha residido en la conjunción de sus protagonistas, aunque en esta ocasión esa conexión se convierte en un problema. Rosa lanza la bomba: Miguel, uno de los pilares del restaurante, ha solicitado su traslado a Vigo, dejando así el negocio una vez casado. La noticia no sólo deja un vacío de trabajo, sino que estalla como un impacto emocional mayor para un grupo que ya está al límite.
Y para rematar, Ana dice que Lourdes ha recibido una oferta de Jean Baptiste para entrar en su equipo. Abandonar un barco que parece estar hundiéndose se entiende, pero si una de las piezas importantes se va, ¿qué pasará? Cecilia, a su vez, confiesa la convicción de que valdría la pena mudarse a Sevilla con César, pensando en el futuro de su hijo. Cada una de estas decisiones concretas puede ser la gota que colma el vaso de un proyecto que ya quiere mantenerse a flote.
La salida de Miguel no nada más representa la pérdida de un trabajador, sino la pérdida de un colaborador clave en la cocina, una persona que ha sido testigo y partícipe del crecimiento del restaurante. Así pues, ese deseo de marcharse tras la boda añade otra nota de dolor: ¿sólo una cuestión laboral, o se esconde alguna otra cosa detrás? Las miraditas por debajo, los diálogos envenenados del avance indican que la salida de Miguel podría ser un sentido similar a los conflictos no resueltos.
Lourdes tiene, a su vez, un dilema moral. Jean Baptiste no es sólo un competidor, no es sólo un hombre, es un hombre que representa a lo que han intentado desafiar y vencer con sus preferencias. Si ella acepta esa oferta laboral, traicionará a sus compañer@s, hay un principio que no sólo han desafiado, son las guías que han mantenido unidas a las preferidas.