Un día después de su breve visita a Oriente Medio, donde proclamó un «nuevo amanecer» en la Kneset y dirigió una cumbre en Egipto, Donald Trump instó a que su plan de paz no fuera olvidado. Con la tregua entre Israel y Hamás aún en una etapa frágil, el presidente estadounidense reafirmó su posición en las redes sociales, señalando que la «segunda fase» del acuerdo debía comenzar de inmediato. Sin embargo, tanto Israel como Hamás no habían logrado cumplir con los términos iniciales del cese al fuego, lo que provocó tensiones y violencia en la región.
Las amenazas de reanudar la campaña militar por parte de Benjamín Netanyahu y la violencia en Gaza, que dejó 97 palestinos muertos, complicaron aún más la situación. A medida que la reafirmación de Trump parecía un intento de reencauzar el diálogo, la llegada de oficiales estadounidenses a Israel fue interpretada por algunos como una llamada de atención para el primer ministro israelí. Entre tanto, la preocupación de la Casa Blanca crece ante el riesgo de que Israel abandone el plan de Trump, que incluye una fuerza de estabilización internacional para desmilitarizar Gaza.
Analistas advierten que, si el alto el fuego se mantuviera en una fase prolongada, Gaza podría experimentar una realidad similar a la de Líbano, con un estado de «menos fuego» que permita a los combatientes actuar con cierta impunidad. Sin un acuerdo sólido que aborde cuestiones críticas como el desarme y el suministro humanitario, el vacío dejado podría ser rápidamente llenado por Hamás, atrapando a ambos lados en un ciclo interminable de confrontación.
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