En un ejercicio de diplomacia de alto vuelo, el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, emerge como la figura clave para garantizar el éxito de la próxima cumbre de la OTAN. Con un enfoque pragmático y diplomático, Rutte ha diseñado una estrategia para contentar al presidente estadounidense, Donald Trump, y mantener el compromiso de Estados Unidos con la seguridad colectiva de la alianza. Rutte, apodado el «susurrador de Trump», planea una cumbre breve en La Haya el próximo 25 de junio, buscando una victoria rápida que permita a Trump regresar a Washington presumiendo de un «gran acuerdo».
El liderazgo de Rutte, basado en la tradición neerlandesa de la «cultura del pólder», se centra en la negociación y el consenso, estrategias que pretende extender a la OTAN. Ante el reto de aumentar el gasto militar, tal como exige Trump, Rutte ha propuesto el ‘Plan de Inversión de La Haya’, una iniciativa para aumentar el gasto en defensa al 5% del PIB de los países miembros en un plazo de siete años. Curiosamente, una fracción de este porcentaje se destinaría a infraestructuras civiles, como seguridad digital y mejoras en carreteras y ferrocarriles, esenciales también para la defensa.
Esta propuesta no sólo busca satisfacer las demandas de Trump, sino también hacer frente a las reservas de países como España, donde el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, prioriza otros riesgos como el cambio climático. Sin embargo, el plan enfrenta críticas, especialmente de países del sur de Europa, preocupados por el impacto en sus ya altos niveles de deuda.
En el escenario internacional, Rutte también debe manejar con tacto la presencia del ucraniano Volodímir Zelenski, en un intento por evitar fricciones con Trump y otros líderes de la OTAN. La cumbre busca ser un ejercicio de relaciones públicas meticulosamente planificado, con la esperanza de que resulte en compromisos tangibles.
Mientras tanto, en Bruselas, la ausencia de Estados Unidos en la última reunión del Grupo de Contacto para Ucrania no pasó desapercibida. La disminución del apoyo directo estadounidense a Ucrania contrasta con los compromisos de ayuda de países europeos, lo que pone de manifiesto un cambio en la dinámica de apoyo a Kiev.
En la delicada danza de la geopolítica y la diplomacia, Rutte se esfuerza por mantener unido el frente de la OTAN, al tiempo que acomoda los volubles deseos de Trump. Con la cumbre en el horizonte, el éxito o el fracaso de estas estrategias definirán no sólo el futuro inmediato de la alianza transatlántica, sino también el legado de Rutte como estadista en estos tiempos inciertos. La habilidad del primer ministro neerlandés para orquestar este acto de equilibrio diplomático podría resultar en un triunfo tanto para Europa como para Estados Unidos, manteniendo el compromiso de seguridad colectiva sin ceder por completo a las presiones de uno de sus miembros más impredecibles.