Ráfagas de fusil y estruendosas explosiones de mortero han roto la tranquilidad de las montañas del Catatumbo colombiano desde hace semana y media, marcando otra página sombría en el conflicto armado que azota Colombia. En un brutal enfrentamiento por el control de esta región fronteriza con Venezuela, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), una guerrilla de orientación marxista, se enfrenta al Frente 33 de las disidencias de las extintas FARC. El premio en disputa no es otro que el dominio de una de las áreas más críticas para el narcotráfico a nivel global, conocida por poseer la mayor cantidad de hectáreas cultivadas con coca en el planeta.
La violencia ha escalado a niveles alarmantes: más de 80 personas han perdido la vida desde el inicio de esta ofensiva, el pasado 16 de enero. Sin embargo, entre los fallecidos no solo se encuentran combatientes; el ELN ha iniciado una cacería de líderes comunitarios y exguerrilleros de las FARC que firmaron el acuerdo de paz en 2016, bajo la acusación de ser aliados de las disidencias y del Ejército colombiano. La región vive en un estado de terror, con reportes de cadáveres abandonados en caminos rurales.
Este conflicto ha forzado a más de 36.000 personas a buscar refugio en ciudades cercanas, con Cúcuta, la capital del departamento del Norte de Santander, recibiendo casi a 20.000 desplazados. Una situación que tensiona aún más la relación entre Colombia y Venezuela, con acusaciones cruzadas y especulaciones sobre el papel de Caracas en esta última escalada de violencia.
Analistas, políticos de la oposición y hasta el propio presidente colombiano, Gustavo Petro, han sugerido que detrás de esta ofensiva del ELN podría estar la mano del gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Esta hipótesis gana fuerza ante informaciones que señalan que la totalidad de la cúpula del ELN y un considerable número de sus combatientes se encuentran refugiados en Venezuela, con la presunta aquiescencia de Caracas.
La complejidad de esta situación se evidencia en la difícil posición en la que se encuentra el presidente Petro. A pesar de sus diferencias ideológicas con el gobierno venezolano, la proximidad geográfica y los vínculos históricos entre ambos países dificultan una política de aislamiento total. Además, Venezuela podría jugar un papel crucial en posibles negociaciones de paz con el ELN, aunque el reciente recrudecimiento del conflicto hace que este escenario parezca cada vez más lejano.
En medio de esta crisis, el llamado a una intervención militar internacional en Venezuela por parte del expresidente colombiano Álvaro Uribe ha provocado fuertes reacciones en Caracas, que a su vez ha organizado maniobras militares cerca de la frontera. La situación en el Catatumbo es apenas un reflejo de la tensión que reina en la zona fronteriza, una región clave tanto para la política interna de Colombia y Venezuela como para la geopolítica regional.
Mientras tanto, la población de esta castigada región colombiana sigue atrapada en medio de un fuego cruzado que parece no tener fin. La promesa de paz en Colombia queda una vez más en entredicho, y la sombra del conflicto armado sigue alargándose no solo sobre sus habitantes, sino también sobre las ya frágiles relaciones diplomáticas en la región.