Con el nuevo capítulo de Valle Salvaje, la historia llega a un punto de máxima efervescencia emocional, de máxima efervescencia dramática, que vuelve a cambiar las reglas del juego en el Valle. Años enteros de secretos, traiciones y amores imposibles desembocan esta semana en decisiones que van a marcar los destinos de sus personajes principales. Hasta la fecha de hoy, nada volverá a ser lo mismo después del miércoles 30 de julio, cuando la ficción dé el paso verdaderamente irreversible hacia el clímax de su narración.
UNA GUERRA ENTRE RAFAEL Y ÚRSULA

Rafael ha optado por no ser otra pieza del tablero de Úrsula en Valle Salvaje. Tras largos años de chantajes emocionales, medias verdades y manipulaciones sutiles, el hijo de José Luis ha alcanzado su límite. “Si tengo que asumir las consecuencias, las asumiré”, le espeta a Úrsula, con una determinación que parecía no poseer.
La confrontación no se trata de un simple enfrentamiento: es el desmoronamiento de una relación construida mediante mentiras y lealtades impuestas. Rafael ya no tiene miedo a lo que se pueda saber o descubrir, ni tampoco lo que pudiera perder. Lo único que le mueve es Adriana, la mujer que le ha cambiado la vida, la que le ha enseñado una forma de amor más fuerte que cualquier apellido.
Úrsula, astuta como siempre, advierte que va camino de la pérdida de control. Por primera vez, se enfrenta a un “no” certero, a una rebelión en su propio reino de las intrigas y de manera astuta, lejos de retirarse, cambia de tercio. Vestirá su ambición con una falsa dulzura, esperando una nueva oportunidad para recuperar el control.
No obstante, esta dulzura envenenada no es ajena a él, ya no pone su confianza en aquellas palabras ni en aquellos gestos medidos. El aire entre los dos es un aire de reproches callados y advertencias nebulosas, aquello que callaron durante años resuena ahora con dureza, por lo que el futuro pintado para toda la familia tiene un desenlace catastrófico.
En medio de ese fuego cruzado se encuentra Julio, hermano de Rafael y esposo de Adriana; permanece en una inexplicable pasividad, y en la medida en que la salud de su mujer le pende de un hilo se limita a observar desde la distancia, incapaz de llegar a una conclusión formulada de manera clara; y su silencio más que proteger, poco a poco condena.
EL DUQUE CRUZA UNA LÍNEA PELIGROSA

La angustiosa preocupación de José Luis por su «linaje» en Valle Salvaje lo ha conducido de nuevo al borde del abismo. La idea de que Luisa exista como mujer de Alejo y que el pequeño Evaristo pueda ser «un Gálvez de Aguirre» es algo que no puede aceptar. Él se ve en la necesidad de actuar de un modo que recuerda los peores pasajes de su vida. La posibilidad de inquietar a Luisa mediante la contratación de un «matón» es algo que remite a su peor bolero.
La amenaza no resulta novedad. Raimunda y Atanasio ya conocen lo que sucede cuando el duque decide imponer su voluntad mediante la fuerza. Luisa es la pieza adecuada para que el duque vuelva a ser la víctima de la misma enfermedad. A espaldas de todos, José Luis urde el maleficio necesario para poner en cuestión la integridad de una mujer que sólo quiere «vivir en paz» con su «hombre».
El encargo de este «matón» –del que se sabe muy poco todavía, salvo que se relaciona con viejos y sucios trabajos del duque– viene a añadir tensión a un capítulo lleno de creciente angustia. Saben el público y el lector que cuando José Luis recurre a estos medios, el peligro es real. No es la advertencia simbólica de los «falsos» caminos, sino una amenaza concreta, brutal, capaz de cambiarlo todo.
Luisa, por su parte, es totalmente ajena al asedio que se cierne sobre ella. Ignora que en Alejo ha encontrado el refugio que tanto anhela, lo cual hace que en él encuentre por fin un amor sin piedras en el camino, un amor sin condiciones ni trampa. Pero en dicha Valle Salvaje nunca hay amor fácil. Allí cada paso que se motiva por una acción de amor parece corroborar que hay que pagar un precio, a menudo doloroso. Y esta vez el precio podría ser la propia seguridad.
Por otro lado, Alejo empieza a ver movimientos extrañas a su alrededor, él sabe que José Luis no se deja apresar fácilmente y empieza a sospechar, con ese presentimiento que caracteriza a los tipos como él, que algo está por estallar, que el reto que tiene que asumir es adelantarse al golpe antes que sea irreversible.
ENTRE LA VIDA Y EL FUTURO DE VALLE SALVAJE

La repentina caída de Adriana significa la alarma para todos los miembros de la familia, pero también para los enemigos que la persiguen en el Valle. La joven está embarazada y su fragilidad la convierte en el centro de atención para médicos, amigos y enemigos. La guerra se detiene por un momento en atención a la vida que utiliza a Adriana como un lugar que le permita crecer.
La matrona encargada de atenderla después de que perdiera el conocimiento no tarda en confirmar las sospechas que todos tienen: corre el riesgo de perder el embarazo si Adriana no puede reducir la tensión emocional que está sufriendo en este momento. Desde ese instante, la atención se convierte en la prioridad e implica una respuesta inmediata: controlar su vida, dejar descansar al bebé, evitar cualquier conflicto y para eso es necesario reconciliarse con José Luis, aunque esto suponga afrontar núnca los nuevos cambios que deben asumirse.
Adriana, que hasta ahora había tratado de marcar la distancia con su marido, se ve obligada reexaminar su posición. Por el bien del bebé, echa un ojo a otro canal de acceso a su marido, aunque sabe que sus propios sentimientos se encuentran más cerca de Rafael. Este planteamiento desgraciadamente genera un enfrentamiento moral de difícil resolución.
José Luis, por su parte, no parece desear alterar su conducta. Su interés por el bienestar de Adriana parece no ser tal que sólo es un deseo en el trasfondo de su interés, de su obsesión por el apellido y de su control familiar, su control sobre la esposa, su deseo de que esta le apoye en sus intereses, incluso a costa de pasar por encima de ella.
De un lugar distante Rafael observara la conversación. Contenido, dolido, pero decidido. Sabía que no era el momento de exigir, ni de entrar en polémica. Su única expectativa es funcionar como escudo protector de Adriana, aunque eso implica mantenerse a una distancia de su vida y protegerla un tiempo largo. Un sacrificio que se demuestra en que sólo en el silencio de los muertos que resisten la vida de uno para llegar a otro, comprobando la grandeza de su amor.
En esa diáfana conversación, entre el silencio arrugado que queda después del drama, se advierte algo que resulta imposible entre ambos: una tregua, una tregua breve, breve, en el conflicto formado por el miedo y el amor. Una tregua, cuidado que es frágil, puede ser el primer paso hacia un cambio más profundo del Valle.
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