El doctor de la Peña aprende una valiosa lección de vida de María Luisa, a sus 106 años

El liderazgo en la investigación de la longevidad y la salud se materializa en figuras como el doctor Manuel de la Peña Alonso-Araujo, un reconocido cardiólogo que ha dedicado parte de su vida a explorar los secretos que permiten a algunas personas alcanzar una edad avanzada con plena capacidad física y mental. Su peculiar tour por España, donde ha conocido a numerosos supercentenarios, ha revelado que la longevidad no solo depende de la genética, sino también de un estilo de vida cargado de vitalidad, conexión social y una óptima salud cardiovascular.

Recientemente, uno de sus destacados encuentros fue con María Luisa Merelles, quien próximo a cumplir 106 años, sorprende a todos por su mente clara, su espíritu jovial y su energía contagiosa. La entrevista clínica realizada por De la Peña mostró que María Luisa sigue jugando al solitario en su móvil y llamando a sus amigas para mantener vivo el entusiasmo por la vida. Su experiencia de superar guerras mundiales, guerras civiles y varias pandemias refleja una resistencia que va más allá de lo físico, alimentada por un carácter optimista y una actitud de afrontar las adversidades sin miedo.

Este trabajo con los supercentenarios ha puesto en evidencia algunos patrones comunes. Entre los ejemplos más destacados en la historia de la longevidad mundial están Jeanne Calment, quien vivió hasta los 122 años, y figuras como Kane Tanaka, Sarah Knauss, y Lucile Randon, que rozaron los 120 años. Los hombres más longevos, como Jirôemon Kimura y Juan Vicente Pérez Mora, también aportan valiosas lecciones sobre la importancia de mantener niveles adecuados de colesterol (en torno a 120) y una tensión arterial similar, factores que contribuyen a prevenir accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos.

El libro del doctor De la Peña, Guía para vivir sanos 120 años, recopila estas historias y conocimientos en un volumen que no solo relata vidas ejemplares, sino que también ofrece pautas prácticas para aprovechar al máximo la vejez. En sus investigaciones, destaca que la edad es en gran medida una barrera mental, y que cumplir años no debe ser un obstáculo para seguir cuidándose, operándose o persiguiendo sueños.

Su trabajo de campo ha ampliado este enfoque, estudiando parámetros médicos y microbiológicos en personas que superan los 112 años, quienes en su mayoría presentan un corazón en perfecto estado, niveles sanguíneos en rangos controlados y una microbiota favorable. Para De la Peña, estos factores son claves y en la práctica clínica los ha aplicado en el cuidado de pacientes centenarios, incluyendo a figuras como Servando Palacín, que a sus 110 años fue el primer paciente en el mundo en recibir un marcapasos, o Crescencia Galán, que a esa misma edad enfatiza la importancia de ejercicios diarios y una actitud positiva.

Lo impactante de estos hallazgos es que muchos de estos supercentenarios no eran conscientes de la existencia de otros longevos, hasta que el doctor de la Peña los mostró y los conectó, fomentando en ellos un sentido de comunidad y bienestar. La importancia de la socialización, la serenidad y la fe, como afirma el propio médico, parecen ser ingredientes que incrementan la calidad de vida en edades avanzadas.

Su influencia no solo ha cambiado la percepción social de las personas mayores, sino que también ha impulsado una visión médica más humanista y personalizada, donde el cuidado integral y la atención respetuosa son prioritarios. La institución que lidera, el Instituto Europeo de Salud y Bienestar Social, promueve investigación, innovación y humanización, consolidándose como un referente mundial en longevidad y calidad de vida.

En definitiva, el trabajo del doctor Manuel de la Peña y su dedicación a estudiar a quienes viven más allá de los 110 años demuestran que la longevidad no es solo una cuestión biológica, sino un resultado de múltiples factores que incluyen salud física, emocional y social. Su misión sigue en marcha, explorando el yacimiento de supercentenarios como un tesoro vivo, y recordándonos que, con actitud, cuidado y comunidad, podemos extender no solo nuestra edad, sino también la plenitud de cada día.

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