El desmantelamiento y clausura de la central nuclear José Cabrera, ubicada en Almonacid de Zorita (Guadalajara), avanza con éxito y ha superado la mitad de su fase final, enfocada en la vigilancia radiológica y la restauración del terreno. Este proceso liderado por la Empresa Nacional de Residuos Radiactivos (Enresa) tiene como objetivo devolver las 12 hectáreas ocupadas por la planta a su estado original anterior a su construcción. Las estimaciones apuntan a que el desmantelamiento podría concluir entre finales de 2027 y principios de 2028, una vez que obtenga la aprobación del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN).
Hasta diciembre de 2023, el coste acumulado de las operaciones se ha estimado en 163 millones de euros, cifra inferior a lo previsto inicialmente para el cierre de esta planta, que fue la primera puesta en marcha en España. Desde su cierre en 2006, Enresa ha gestionado más de 139,000 toneladas de residuos generados, de los cuales la mayoría son materiales convencionales como hormigón e hierro. Aproximadamente un 15% de estos residuos son de media, baja y muy baja actividad, que se están enviando al almacén de El Cabril, en Córdoba.
El director del desmantelamiento, José Campos, ha descrito este proceso como «complicado», marcado por la singularidad de ser la primera experiencia de este tipo en España. A pesar de las dificultades, incluida la pandemia, no se han registrado accidentes graves. Campos remarcó la importancia de la planificación meticulosa a lo largo del proyecto, destacando las múltiples acciones realizadas desde su inicio en 2010.
Durante la fase actual de restauración, se lleva a cabo una vigilancia radiológica exhaustiva para garantizar la seguridad del entorno. Este proceso es largo y detallado, y se prevé que dure aún tres años más, con más de 21,000 toneladas de residuos con baja y muy baja actividad ya trasladadas a El Cabril. El futuro del combustible gastado se asegura en un Almacén Temporal Individualizado (ATI) en la planta hasta que se establezca un almacenamiento geológico profundo.
Con una notable reducción del personal, actualmente alrededor de un centenar de técnicos con experiencia en protección radiológica continúan las labores. A pesar de cumplir con las expectativas marcadas, el director del desmantelamiento ha indicado que las inclemencias del tiempo y otros factores externos podrían complicar el cronograma establecido.
Este pionero desmantelamiento ha despertado el interés de organismos y empresas de diversos países, que están observando el proceso para aplicar las lecciones aprendidas en sus propios proyectos futuros. Si bien la construcción de la planta original tomó cinco años, el proceso de clausura tripicará este tiempo, dado que se requiere una atención meticulosa para manejar adecuadamente los riesgos radiológicos.
A medida que la central se desmantela, se prevé que esta zona continúe siendo un polo de energía, esta vez a través de proyectos de energía fotovoltaica que Naturgy, la empresa propietaria, planea llevar a cabo como parte de su transición hacia fuentes de energía renovables.