La reciente emisión del debate de Gran Hermano ha dejado a la audiencia boquiabierta tras la intensa despedida de Maica, la última expulsada del programa, quien aprovechó su conexión final con la casa de Guadalix de la Sierra para lanzar dardos afilados hacia varios de sus ya excompañeros, marcando uno de los momentos más tensos vistos en las eliminaciones del reality.
Después de 90 días en el concurso, Maica no se había destacado por mostrar un carácter fuerte o confrontativo. Sin embargo, su última aparición desde plató mostró una faceta totalmente diferente, ya que la expulsada no escatimó en críticas y reproches hacia quienes fueron sus compañeros de encierro.
Particularmente acaloradas fueron sus palabras hacia Edi y Violeta, a quienes acusó de carecer de humildad y valores. A Violeta, además, le reprochó de forma irónica por hablar repetidamente de su “cutis perfecto”, criticándola por meterse con el acné de otras personas, un comentario que refleja el nivel de personalización que alcanzaron los reproches de Maica.
Además, retomó con vehemencia el fin de su amistad con Óscar, demostrando que la decepción que siente hacia él fue uno de los aspectos más críticos de su salida. Con un tono firme y sin dejar espacio para réplicas, Maica agradeció a Ruvens por mostrarle “la verdadera cara” de Óscar, demostrando así el quiebre definitivo de lo que alguna vez fue una cercana relación dentro del programa.
No menos dura fue con Ruvens, a quien calificó como el «titiritero» de la edición, y con Jorge, a quien dejó sin apoyo para la final del concurso, comparándolo de manera despectiva incluso con objetos inanimados, mostrando una clara falta de respeto y apreciación por su liderazgo y participación en el juego.
Esta actitud contrastó significativamente con los momentos más calmados de su despedida, donde se mostró más conciliadora con Juan y Nerea. Sorprendentemente, señaló a Juan como su ganador favorito, a pesar de no haber mantenido una relación estrecha con él durante el concurso, algo que dejó perplejos a espectadores y participantes por igual.
El impacto de sus palabras resonó no solo entre los participantes sino también en la audiencia y las redes sociales, donde se generaron opiniones divididas sobre esta explosiva despedida. Algunos aplaudieron su franqueza y coraje al confrontar a sus compañeros, mientras que otros criticaron la dureza y el tono personal de sus ataques.
Este episodio no solo reafirma la naturaleza impredecible de Gran Hermano y la complejidad de las relaciones humanas bajo el constante escrutinio del público, sino que también deja un precedente sobre cómo los momentos finales de los concursantes pueden dejar una marca indeleble en la memoria colectiva del programa.