A medida que la Unión Europea se acerca a la siguiente temporada electoral, las encuestas sugieren un notable cambio en la composición del parlamento, con particular énfasis en el declive proyectado de la influencia de los Verdes/Alianza Libre Europea. Si las predicciones de Europe Elects se materializan, este bloque parlamentario está en camino de experimentar una reducción significativa, pasando de 72 a cerca de 50 escaños. Este giro resulta especialmente sorprendente teniendo en cuenta la ola de entusiasmo verde que acompañó el inicio de la legislatura actual, marcada intensamente por el impulso del Pacto Verde Europeo como estrategia de recuperación ante la crisis desatada por la pandemia.
Sin embargo, este esperado declive se entrelaza con las realidades políticas nacionales, reflejando la naturaleza compleja de las elecciones europeas. Estos comicios actúan como un mosaico de elecciones nacionales, cada una con su propia dinámica particular, aunque cada vez más influidas por temas comunes europeos. Francia y Alemania, ambos actores cruciales en el panorama político europeo por su peso en el parlamento y en las negociaciones intergubernamentales, destacan como los escenarios principales de la retracción verde. Mientras los partidos en otras naciones mantienen un respaldo constante a demandas regionalistas y nacionalismos minoritarios, estos dos gigantes muestran una tendencia distinta.
El desgaste de formar parte del gobierno podría estar impactando a los Verdes alemanes, a diferencia de sus homólogos franceses que, si bien ostentan cierto poder en administraciones locales, no se encuentran en un escenario comparable. Además, el ascenso de las fuerzas a la derecha del Partido Popular Europeo (PPE) sugiere un cambio de táctica, distanciándose de debates polarizadores sobre la integración europea y aprovechando las dinámicas de campaña enfocadas en conflictos políticos concretos.
La estrategia exitosa de Giorgia Meloni en Italia, por ejemplo, demuestra la potencialidad de dirigir el conflicto político para readecuar los equilibrios sin renunciar al marco de la UE o la OTAN. Este fenómeno contrasta con la posición de los Verdes alemanes, que han tomado un papel activo en el apoyo a Ucrania, situándose en un extremo del espectro de los debates comunitarios.
El panorama indica también un cambio en la percepción y el papel de las elecciones europeas, desafiando la idea de que son meramente elecciones de segundo orden sin impactos inmediatos en la política comunitaria. Puede que el ciclo político de Europa esté delineándose más claramente en función de las dinámicas nacionales, con los votantes mostrando poca disposición a sancionar gobiernos establecidos y, en cambio, inclinándose por respaldar a fuerzas emergentes, particularmente en Francia y Alemania.
Este contexto sugiere un reajuste inminente dentro del parlamento europeo, con importantes lecciones por aprender tanto del ascenso como del descenso de los Verdes. Lo que está claro es que estos cambios demuestran la complejidad creciente del tejido político europeo, marcado por una interacción cada vez más intensa entre los niveles nacional y comunitario.