Iban a ser 16, pero al final se quedarán en 12. Así terminó el recuento de los inmigrantes, todos varones, originarios de Egipto y Bangladés, que desembarcaron en Albania enviados desde Italia. Estos hombres inauguran el gran plan de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, para con la inmigración: centros de tramitación de asilo para inmigrantes y refugiados (CPR) en Albania en lugar de en Italia.
Era el inicio de una iniciativa que atraía la atención de toda Europa, mientras la cúpula de los gobiernos de la Unión Europea se encontraba en un Consejo debatiendo sobre la gestión de la inmigración. Entre las ideas «impensables» recientemente abordadas, se encontraba este plan impulsado por Meloni. No obstante, ajustes de último minuto fueron necesarios cuando las autoridades italianas descubrieron que dos de los inmigrantes de Bangladés eran menores de edad no acompañados, y otros dos adultos estaban enfermos. Esta situación puso en duda la eficacia de la preselección anunciada por Meloni, que prometió enviar únicamente a hombres adultos y con buena salud a Albania.
El costo de esta operación se disparó, ascendiendo a 18,000 euros por migrante, sin contar los gastos asociados al retorno de los menores y los enfermos a Italia.
El proyecto Meloni, que comenzará a aplicarse en Albania, está financiado por el gobierno italiano con 65 millones de euros destinados a la construcción de los CPR, con expectativas de que los costos aumenten en los próximos años. Este sistema busca aliviar la presión sobre los centros de acogida italianos y disuadir a futuros inmigrantes. Sin embargo, expertos cuestionan la efectividad de la medida como elemento disuasorio.
Los criterios para el traslado a Albania han generado controversia, ya que se basan en la clasificación de países seguros—a menudo cuestionada— y omite las complejidades inherentes al sistema internacional de asilo. Además, las infraestructuras en Albania, tales como el centro en Shengjin y el CPR en Gjadër, plantean interrogantes sobre su capacidad para procesar las solicitudes de asilo en los plazos previstos y sobre el futuro de aquellos cuyas solicitudes sean rechazadas.
Este enfoque de «externalización» de la acogida de migrantes ha provocado reacciones mixtas. Mientras algunas figuras políticas europeas muestran interés en el modelo, ONGs y opositores en Italia critican duramente la estrategia, indicando posibles violaciones a los derechos humanos y cuestionando el uso del presupuesto italiano.
Con acciones como estas, Italia y Europa se encuentran en un punto de inflexión en su enfoque hacia la inmigración, entre la necesidad de gestionar el flujo migratorio y el deber de proteger los derechos y la dignidad de cada individuo. Mientras tanto, en el puerto de Shengjin, un grupo de jóvenes mostraba una pancarta que simbolizaba el pesimismo de algunos sectores de la sociedad: «Aquí termina el sueño europeo».