Abrir la ventana del salón y la habitación para intentar refrescar el ambiente es una práctica común en los hogares sin aire acondicionado. Sin embargo, la creciente presencia del fenómeno de islas de calor urbano agrava la situación, poniendo en jaque no solo el diseño urbanístico de las ciudades sino también las economías familiares. El cambio climático acelera este efecto, aumentando las temperaturas y haciendo aún más difícil la convivencia con el calor extremo.
España se encuentra entre los países más golpeados por el incremento en la frecuencia y duración de las olas de calor. Según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), el número de años con más de una ola de calor se ha duplicado desde el 2001 en comparación con el periodo de 1975 a 2000. La adaptación a esta nueva realidad climática impulsa el debate sobre el rediseño del urbanismo y la integración de espacios verdes, según apunta Pablo Moreno, ingeniero especializado en Eficiencia Energética y Sostenibilidad.
La problemática es palpable en el parque de viviendas de España, donde el porcentaje de hogares equipados con aire acondicionado alcanza ya el 41% en 2024, informa Idealista. No obstante, la accesibilidad al aire acondicionado evidencia una brecha socioeconómica, con muchas familias incapaces de afrontar el coste de estos equipos o de su consumo energético. En este contexto, el consultor Michal Čejka destaca que el calor del verano representa un desafío más difícil de abordar que el frío del invierno, especialmente bajo el escenario del cambio climático.
La situación es más crítica aún en el centro y norte de Europa, donde el diseño de las viviendas está pensado para conservar el calor durante el invierno, dejando a muchos inquilinos en condiciones desfavorables para enfrentar las altas temperaturas del verano. A esto se suma la inacción de algunos propietarios, desmotivados a mejorar el aislamiento térmico y energético de sus inmuebles por no recibir directamente los beneficios económicos de dichas mejoras.
Normativas como las adoptadas en Países Bajos y Francia muestran caminos alternativos para garantizar viviendas con condiciones térmicas adecuadas tanto en verano como en invierno. Estas iniciativas subrayan la importancia de políticas inclusivas que atiendan al bienestar de la población y promuevan un urbanismo sostenible y adaptado al cambio climático.
La solución al calor extremo y sus efectos no solo reside en la tecnología y la eficiencia energética, sino también en la necesidad de repensar nuestras ciudades y viviendas. La integración de espacios verdes, la mejora del aislamiento térmico y la adopción de regulaciones más estrictas en materia de habitabilidad son pasos esenciales hacia la mitigación de las islas de calor y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos en el contexto de un clima cambiante.