Este curso escolar ha supuesto una prueba inédita para cuantos formamos parte de la comunidad educativa. El viernes 12 de marzo, el gobierno regional cerró todos los centros y ordenó seguir los estudios de forma telemática. Dos días después se decretó el estado de alarma.
Los alumnos tuvieron que aislarse en sus domicilios y mantener el contacto con sus compañeros y docentes a través de las plataformas que sus profesores/as o maestros/as fueron habilitando, primero para intentar mantener el ritmo de aprendizaje y luego para evaluar a distancia. La experiencia, igual que en otros sectores de nuestra sociedad, ha salido a trancas y barrancas, pero ha salido: El alumnado ha salvado el curso, las familias han colaborado en la medida de sus posibilidades y los docentes han experimentado otra forma de enseñanza muy distinta a la habitual, con resultados diferentes según las etapas y modalidades educativas.
Durante estos meses, todos los que integramos la comunidad educativa hemos tenido que reinventarnos, forzados y limitados al uso de nuevas tecnologías para hacer llegar y para recibir la enseñanza. No todos han contado con los recursos necesarios. Esto ha marcado una clara brecha digital que ha de corregirse.
Más del 10% del alumnado ha tenido problemas para conectarse, bien porque no disponían de los dispositivos imprescindibles o porque no tenían acceso a internet. Y a muchas familias no les ha sido fácil contar con dispositivos suficientes para que todos los hijos pudieran conectarse a la vez, cuando así lo requerían los horarios escolares. En muchos casos, además, el padre, la madre, o ambos, tenían que teletrabajar y también necesitaban el ordenador. Y todo ello sin dejar de atender a los niños pequeños a la vez que al teletrabajo.
También se ha puesto de manifiesto que no es posible la enseñanza telemática en determinados colectivos y modalidades. Por ejemplo, para el alumnado de infantil, que está aprendiendo habilidades básicas para la vida y la socialización. Tampoco para alumnos/as de educación especial, que necesitan el contacto directo, la cercanía, las sonrisas, el cariño… Ni es válida en las enseñanzas enfocadas a la práctica, como las de modalidades de Formación Profesional que requieren manipular, manejar, desarrollar destrezas. En cuanto a la educación de adultos, en muchos casos la teleformación les ha sido imposible por carecer de los conocimientos informáticos más elementales.
Respecto a los docentes, CCOO-Enseñanza CLM ha hecho una encuesta entre los docentes sobre la situación vivida estos meses y su experiencia con la enseñanza a distancia. Han respondido 1.111 profesores/as y maestros/as. Casi todos destacan que no han tenido los suficientes recursos; que, para impartir su materia y para la supervisión y corrección de tareas, han necesitado ordenadores, móviles, impresoras y escáneres, además de disponer de conexión wifi; y que no siempre contaban con ello. La Administración no ha aportado equipos informáticos y los docentes han tenido que utilizar los de su uso doméstico, que en muchos casos no reunían los requisitos técnicos necesarios.
Se ha visto la necesidad de contar con personas expertas en informática para dar soporte al profesorado ante las dificultades y errores que han ido surgiendo.
La administración tampoco ha preparado materiales de calidad para la enseñanza telemática y han sido los equipos docentes los que han tenido que elaborarlos y compartirlos. Además, según se ha ido desarrollando el proceso de teleformación, se ha ofrecido al alumnado conexión por distintas plataformas de acceso, lo que ha generado confusión ante las múltiples y sucesivas maneras de coordinarse con los profesores.
En muchas zonas rurales, y también en determinados barrios de algunas ciudades, se han encontrado problemas de cobertura de red para el desarrollo fluido de la teleformación. En muchas localidades de esta comunidad no hay cobertura de wifi.
Por otro lado, las jornadas de teletrabajo han excedido los horarios habituales en el aula, ocupando los docentes parte del fin de semana en dar respuesta y atención individualizada al alumnado.
En resumen, la falta de formación de los docentes en las habilidades necesarias para la enseñanza telemática y las dificultades de adaptar las programaciones didácticas a la enseñanza on line; junto a la carencia de herramientas y las dificultades de conexión por parte del alumnado, han hecho bastante difícil y en algunos casos caótica la enseñanza a distancia durante estos meses.
Como punto positivo podemos destacar que no ha habido apenas bajas laborales y, por tanto, los profesores y maestros no han tenido que hacerse cargo de otros grupos de alumnos distintos de los suyos.
Los docentes han adaptado sus programaciones didácticas de forma vertiginosa a la nueva situación, han tenido que adecuarse a la nueva metodología, a las sucesivas instrucciones del ministerio o de la consejería, a las nuevas formas de supervisar el trabajo del alumnado y de evaluar los conocimientos y tareas con otros formatos distintos al examen tradicional.
La evaluación se ha vivido con especial dificultad en el último curso de bachillerato; donde, además conseguir o no el título, está en juego la prueba que habilita el ingreso en la universidad. Preparar al alumnado para esta prueba es una de las tareas más importantes en segundo de bachillerato y las dificultades de coordinación han sido muchas, además de las incertidumbres sobre la seguridad sanitaria durante de las pruebas, a celebrar los días 6, 7 y 8 de julio.
De forma análoga, las enseñanzas de formación profesional también se han visto afectadas por la imposibilidad de realizar prácticas laborales en distintos centros de trabajo, ofreciéndose al alumnado la posibilidad de o realizar un trabajo complementario o atrasar las prácticas para el próximo curso, siendo esta segunda opción la mayoritariamente elegida.
Por otro lado, se suspendió el proceso de oposición a profesorado de enseñanzas medias; además de suspenderse todos los plazos administrativos, que en la Consejería de Educación son muchos, desde la matriculación del alumnado, los procesos selectivos del profesorado, la convocatoria a directores para el próximo curso, etc.
Esto ha hecho que el trabajo de la Administración en este último trimestre se triplique y que los docentes y familias dispongan de menos días para la presentación de documentación o reclamación de trámites. En definitiva, no solo se ha visto alterado lo más puramente académico sino todo lo relacionado con la organización escolar.
Por su parte, el personal no docente de los centros educativos, ordenanzas, administrativos, limpiadoras, auxiliares técnicos educativos, etc., han estado prestando servicio en otros sectores de la Administración: el 83% del personal laboral de Educación ha trabajado en entidades sanitarias y sociosanitarias de la JCCM.
Esta crisis ha puesto sobre la mesa algunos aspectos relevantes de nuestra sociedad. Así, hemos comprobado que la escuela, y la pública en particular, no solo facilita el derecho a la educación, sino que además es una piedra angular en el sistema productivo y en la organización de las familias y de la sociedad. La escuela no es el único elemento de conciliación familiar, pero es un elemento clave que permite, especialmente a las mujeres, poder trabajar, mantener un empleo.
Las empresas han de tener asumir su corresponsabilidad y dar soporte a esas necesidades de conciliación. Los convenios colectivos han de recoger medidas que ayuden a las familias a compaginar trabajo y cuidados. Por cierto: también hemos podido comprobar cómo las personas que se ocupan de los cuidados de familiares, fundamentalmente mujeres, trabajan al tiempo en los sectores más precarios, pero imprescindibles ante una emergencia.
En conclusión, creo que, aun con dificultades, toda la comunidad educativa ha hecho un buen trabajo y ha salido airosa del esfuerzo realizado en este año de pandemia.
Pero hay que subrayar que el objetivo central del sistema educativo es la formación de las personas en las habilidades, capacidades, conocimientos y competencias que en cada etapa se trabajan. Este proceso incluye la socialización del individuo, que ha de hacerse mayormente en grupo, en el centro educativo, con el docente como figura que facilita el aprendizaje. Por ello, siempre y cuando las condiciones de salud y seguridad lo permitan, CCOO apostará por la enseñanza presencial.