La Unión Europea se enfrenta a un revés en su agenda climática al no poder acordar un objetivo de reducción de emisiones para el 2035, lo que le impide cumplir con su compromiso de presentar una meta ante Naciones Unidas la próxima semana. En lugar de ello, se ha decidido emitir una «declaración de intenciones» en la que los países miembros se comprometen a elaborar planes para recortar sus emisiones entre un 66,5% y un 72,5% antes de la cumbre del clima (COP30) en Brasil, en noviembre. Esta decisión es el resultado de largas discusiones entre los ministros de Medioambiente en Bruselas, donde algunos Estados miembros mostraron resistencia a propuestas que consideraban demasiado ambiciosas.
El fracaso en alcanzar un acuerdo firme ha alertado a los líderes europeos sobre la pérdida de influencia en la «diplomacia climática» y la creciente competitividad de naciones como China, que han presentado objetivos más concretos. A pesar de la decepción, el comisario de Clima, Wopke Hoekstra, se mostró optimista sobre la declaración, enfatizando que podría ser vista como un «gran paso adelante». No obstante, la falta de un consenso claro sobre el objetivo final refleja las tensiones internas y la complejidad del panorama político de la UE, donde la unanimidad es cada vez más difícil de alcanzar en temas ambientales.
El debate sobre la ambición de los recortes de emisiones ha revelado divergencias significativas entre los Estados miembros, con naciones como Francia y Polonia pidiendo flexibilidad en contraste con aquellos que abogan por ser más audaces, como España. Esta dinámica da cuenta de un cambio en la mayoría de las capitales europeas, donde el impulso inicial del Pacto Verde parece desvanecerse. A medida que las elecciones europeas de 2024 se acercan, las diferencias políticas en torno a los compromisos climáticos se hacen más evidentes, lo que plantea serias interrogantes sobre el futuro del liderazgo ambiental de la Unión.
Artículo resumido que puedes leer completo aquí