Cuba experimentó un apagón total el viernes 18 de octubre, quedando completamente sumida en la oscuridad después de que el Sistema Electroenergético Nacional (SEN) colapsara al dejar de funcionar la termoeléctrica Antonio Guiteras en Matanzas, una de sus principales fuentes de energía. La recuperación del servicio eléctrico parece lejana y complicada, revelando las graves deficiencias de la infraestructura energética de la isla y la precaria situación económica que impide al gobierno dirigido por Miguel Díaz-Canel realizar las reparaciones necesarias o adquirir el combustible esencial.
La situación de emergencia fue anticipada por el primer ministro Manuel Marrero en una comparecencia televisiva donde se anunció la paralización temporal de actividades no esenciales y un mantenimiento programado que la infraestructura eléctrica, desgastada por casi cuatro décadas de uso, no logró soportar. Este colapso desencadena un dejá de vu para los cubanos que ya están familiarizados con los recurrentes apagones, pero que ahora enfrentan una penuria más severa y extendida.
La crisis ha paralizado la vida cotidiana, suspendiendo actividades docentes y culturales, limitando severamente el acceso a servicios básicos como los hospitales y la producción de alimentos. El temor a que las protestas se aviven es palpable entre los residentes, quienes recuerdan los disturbios del pasado desencadenados por situaciones similares. Además de afectar gravemente la vida doméstica y los negocios, la falta de electricidad también ha interrumpido significativamente las comunicaciones, incluido el acceso a internet.
La escasez de combustible se sitúa en el corazón del problema, agravada por la reducción de los envíos de petróleo desde Venezuela y la incapacidad del Gobierno cubano de adquirir suficiente combustible en los mercados internacionales debido a la crisis financiera desatada por la pandemia y el declive del turismo. Este déficit energético se suma a una ya crítica infraestructura energética que requiere una inversión de miles de millones y años de trabajo para ser recuperada.
Más allá de la oscuridad física, la situación arroja luz sobre la crisis múltiple que aflige a Cuba: escasez de alimentos, dificultades económicas y un agravamiento del malestar social. La comparación de Cuba con situaciones de extrema dificultad en otras partes del mundo resalta la seriedad de su crisis, fruto de décadas de gestión gubernamental y políticas económicas que han estrangulado la capacidad de la nación para sustentar a su población.
En un marco tan desolador, la vida para el cubano promedio se complica cada día más, enfrentándose no solo a la falta de electricidad, sino también a una creciente inseguridad alimentaria y a la desesperanza frente a un futuro incierto. Los esfuerzos por restablecer el servicio eléctrico, aunque cruciales, son solo el primer paso para abordar las profundidades de una crisis que va mucho más allá de un simple apagón.