El Racing de Santander vive un inicio de temporada prometedor en LaLiga Hypermotion, impulsado por los goles de Asier Villalibre, cuya continuidad en el club depende en gran medida de lograr el ansiado ascenso a la élite del fútbol español
El Racing de Santander ha comenzado la temporada con la insolencia de quien no pide permiso para sentarse en la mesa de los grandes. En un campeonato diseñado para triturar ilusiones como lo es LaLiga Hypermotion, los cántabros han respondido con fútbol intenso y resultados que reviven viejos recuerdos. La grada, siempre impaciente, se aferra a un nombre que ya suena a himno, Asier Villalibre.
El delantero vasco, apodado por la prensa como «el búfalo», ha encontrado en Santander su hogar. Sus goles no solo suman puntos, sino que también fabrican esperanza. En el mundo del fútbol, la esperanza es más valiosa que el oro; resucita estadios y convence a quienes dudaban de que este Racing pudiera volver a la élite. Villalibre, aunque cedido, juega como si fuese de la casa desde siempre.
Villalibre: un futuro que depende del ascenso
Sin embargo, hay una paradoja que inquieta a los aficionados: el jugador clave, en realidad, no les pertenece. Su fichaje definitivo está atado a una cláusula que, en condiciones normales, parecería inalcanzable. Pero el ascenso transforma todo, haciendo que esa compra se convierta en un movimiento natural. Villalibre no parece un forastero de paso, sino un futbolista comprometido con el equipo y la ciudad, sintiendo que su vinculación trasciende un simple préstamo.
Comprar a Villalibre sería mucho más que asegurar un goleador. Representaría la declaración de intenciones del Racing: no se conforman con sobrevivir en Primera, sino que buscan construir un proyecto sólido y reconocible. En el fútbol moderno, donde las plantillas cambian constantemente, contar con un referente estable es un acto de resistencia. Si Villalibre se queda tras el ascenso, no sería solo una operación deportiva, sino un símbolo de permanencia en un tiempo marcado por la fugacidad.