El arzobispo de Canterbury, Justin Welby, líder espiritual de los anglicanos en todo el mundo y primado de la Iglesia de Inglaterra, anunció su decisión de dimitir este martes, en medio de intensas presiones por su manejo de un escándalo de abusos sexuales infantiles que data de 2013. La noticia, que sacude los cimientos de una de las principales denominaciones cristianas del mundo, subraya las complicaciones y desafíos que enfrenta la Iglesia en términos de responsabilidad y protección a los más vulnerables.
Welby, quien previamente había rechazado la idea de renunciar, asumió «la responsabilidad personal e institucional» por no haber actuado adecuadamente cuando tomó conocimiento sobre los presuntos abusos sexuales cometidos por John Smyth, un reconocido líder de campamentos cristianos. El arzobispo se dirigió al rey Carlos III para solicitar permiso para su renuncia, respetando las formalidades que requieren su puesto y el papel que el monarca desempeña como cabeza no religiosa de la Iglesia de Inglaterra.
La revelación vino a la luz tras una exhaustiva investigación interna, culminando en la publicación del llamado informe Makin la semana pasada. Este informe expuso una «conspiración de silencio» que ha permitido que los abusos de Smyth, quien falleció en 2018, quedaran impunes durante años. Smyth es recordado como uno de los pederastas más prolíficos vinculados a la Iglesia de Inglaterra.
En un paso hacia la redención y la reforma, Welby expresó su esperanza de que su dimisión sirva como un claro indicativo de la necesidad de cambio dentro de la Iglesia de Inglaterra y de su compromiso con la creación de un ambiente más seguro, especialmente para los menores. Durante su liderazgo, se han implementado mejorías en las políticas de protección infantil, aunque claramente, como el propio Welby admite, aún queda mucho camino por recorrer.
La presión pública y dentro de la iglesia creció en los días previos a la renuncia, con miles de personas firmando una petición en línea y altos cargos eclesiásticos uniéndose a la demanda de responsabilidad. Este episodio no solo cuestiona la gestión de líderes específicos dentro de la Iglesia, sino que también pone en relieve los desafíos sistémicos que enfrentan las instituciones religiosas en la protección de los inocentes y en la lucha contra la impunidad de los abusos sexuales dentro de sus filas.
La salida de Welby marca un momento crítico para la Iglesia de Inglaterra, obligada ahora a reflexionar profundamente sobre cómo puede reforzar sus estructuras y prácticas para asegurar que tragedias de esta naturaleza no se repitan en el futuro.