En un hito sin precedentes, la década de 2030 se perfila como el punto de partida para la construcción de bases lunares permanentes, marcando el inicio de una nueva era en la exploración espacial. Sin embargo, este ambicioso proyecto, junto con la perspectiva de misiones a Marte y el crecimiento del turismo espacial, plantea interrogantes cruciales sobre los efectos del espacio en la salud humana. En este contexto, la revista Nature presenta hoy el mayor compendio de datos sobre medicina y biología aeroespacial hasta la fecha.
Entre los hallazgos más destacados, se encuentra el Paquete de Atlas Médico y de Ómicas Espaciales (SOMA), que recopila datos de diversos proyectos, como el estudio de los gemelos Kelly, la misión Inspiration4 de Space X y datos de misiones de la agencia espacial japonesa (JAXX). Este conjunto revela que incluso vuelos de corta duración en la órbita terrestre baja pueden desencadenar cambios significativos en el cuerpo humano, similares a los observados durante misiones más prolongadas.
Christopher Mason, profesor de la Universidad Cornell y uno de los autores de los estudios, señala que la adaptación al vuelo espacial implica una serie de cambios fisiológicos, incluida una alteración en el sistema inmunitario, que podría ser una respuesta del organismo a las condiciones de microgravedad y radiación cósmica. Aunque la mayoría de los marcadores alterados durante el vuelo espacial regresan a niveles normales tras el retorno a la Tierra, algunos persisten durante meses, especialmente en los hombres.
Radiación cósmica
El desafío más destacado para las misiones interplanetarias es la exposición a la radiación cósmica, que podría tener consecuencias devastadoras para los riñones de los astronautas durante viajes prolongados. Un estudio realizado por el University College London revela que la microgravedad y la radiación alteran significativamente la estructura y función renal, aumentando el riesgo de formación de piedras en el riñón e incluso causando daños permanentes con exposiciones prolongadas.
Además de los efectos en los riñones, los estudios analizan los impactos del espacio en el embarazo, la piel, la microbiota intestinal y el hígado, subrayando la necesidad de desarrollar sistemas de protección y tratamientos farmacológicos adecuados. Estos avances no solo son cruciales para garantizar la salud de los astronautas en misiones futuras, sino que también podrían tener aplicaciones en la Tierra, como mejorar la radioterapia para pacientes con cáncer.