El despliegue del portaaviones USS Gerald Ford en el mar Caribe, anunciado por el Pentágono, marca un nuevo capítulo en la creciente tensión entre Estados Unidos y Venezuela. Este movimiento busca reforzar las operaciones de la flota estadounidense en respuesta a los ataques militares a lanchas presuntamente involucradas en el tráfico de drogas, una actividad que el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha subrayado como una prioridad a nivel gubernamental.
Este portaaviones, el más grande de la flota estadounidense, se une a un contingente ya presente en la región, compuesto por buques de asalto, aviones de combate y drones. Según el portavoz del Pentágono, la intención es potenciar las capacidades de detección y desmantelamiento de organizaciones criminales que amenazan la seguridad de Estados Unidos. Las acciones anteriores, que han incluido la destrucción de varias embarcaciones en el Caribe y en el Pacífico, han intensificado las acusaciones de ejecuciones extrajudiciales por parte de EE.UU., provocando reacciones negativas desde Venezuela y Colombia.
Este clima de tensión se ve complicado por informes de operaciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano, mientras el gobierno de Nicolás Maduro alerta sobre posibles acciones ofensivas estadounidenses. La situación continúa evolucionando, con el porteaviones pronto a convertirse en un actor más en esta delicada narrativa geopolítica.
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