Donald Trump vivió momentos inesperados durante su reciente visita a la sede de la ONU en Nueva York. Justo antes de abordar una escalera mecánica, esta se detuvo repentinamente, un anticipo de un discurso que luego se vio interrumpido por un fallo en el teleprompter. Aunque Trump se mostró relajado y bromista ante estos contratiempos, han generado incomodidad en su administración, donde se han cuestionado si la detención del ascensor fue un acto deliberado de humillación.
La Casa Blanca ha decidido investigar el incidente, exigiendo responsabilidades si se comprueba que alguien en la ONU actuó de forma intencionada. Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, fue clara al expresar que se trataría de una falta grave y que se tomarían medidas contra los responsables, especialmente si se trata de personal de la ONU. La explicación inicial ofrecida por un portavoz del organismo internacional sugiere que un cámara estadounidense, al intentar captar la llegada del presidente y la primera dama, habría activado inadvertidamente un mecanismo de seguridad que detuvo la escalera.
Mientras tanto, Trump, sin perder su clásico sentido del humor, hizo referencia a los fallos como una mera «coincidencia» y subrayó la falta de apoyo de las Naciones Unidas en sus esfuerzos de paz en diferentes conflictos globales. Con un tono burlesco, comentó que ambos incidentes, lejos de desanimarlo, podían haber hecho su discurso más interesante. Sus múltiples reacciones reflejan la complejidad de su relación con la ONU, un escenario en que la comedia y la tensión política parecen entrelazarse.
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