La industria de tierras raras en la Unión Europea enfrenta desafíos significativos ante los recientes controles de exportación impuestos por China, que controla una gran parte de la producción y procesamiento global de estos minerales. A pesar de un acuerdo temporal entre Estados Unidos y China que proporciona un respiro, la dependencia de Europa del gigante asiático se ha vuelto más evidente. En este contexto, la empresa belga Solvay se destaca al contar con la única fábrica de procesamiento de tierras raras fuera de China, ubicada en La Rochelle, Francia, y se está adaptando para satisfacer la creciente demanda en sectores clave como la automoción eléctrica.
Sin embargo, en un giro preocupante, Solvay ha anunciado recientemente acuerdos para suministrar materias primas a empresas en Estados Unidos y el Reino Unido, dejando fuera del mapa a Europa. Según su CEO, el mercado europeo aún no muestra suficiente interés comercial, lo que contrasta con la proactividad de las empresas estadounidenses. Mientras tanto, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha presentado un plan para diversificar el suministro de estas materias a través de acuerdos con países como Ucrania y Australia, aunque persisten dudas sobre la efectividad de tales esfuerzos.
A medida que la UE intenta reducir su dependencia de China, el compromiso financiero sigue siendo un factor limitante. Aunque se han identificado numerosos proyectos estratégicos en toda Europa, incluyendo algunos en España, la falta de inversión adecuada es una preocupación constante. En este escenario, el CEO de Solvay ha indicado la posibilidad de abrir una nueva fábrica en Estados Unidos, donde las políticas de apoyo son más robustas, señalando la necesidad urgente de acción coordinada a nivel europeo para asegurar un futuro más independiente y sostenible en el sector de tierras raras.
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