Cómo pasa el tiempo, veinte años se han evaporado desde aquel mítico Mundial de Túnez en 2005 donde España alzaba por primera vez el trofeo de campeón en balonmano, un deporte que por aquel entonces, catalizó las pasiones de muchos, haciéndoles olvidar brevemente el fútbol. Era un triunfo que no sólo representaba la culminación de años de esfuerzo y dedicación por parte de jugadores y técnicos, sino también el principio de una nueva era para el balonmano español. Aquellos ídolos, cuyos nombres y jugadas quedaron grabados en la memoria de muchos, han dado paso a nuevas generaciones, marcando un cambio generacional tanto en el deporte como en quienes lo seguían con fervor.
La victoria en Túnez no fue casualidad, fue el resultado de un trabajo meticuloso y una creciente pasión por el balonmano en España, apoyada por un momento dorado de los equipos nacionales. Sin embargo, no todo fue fácil. La selección, dirigida por Juan Carlos Pastor, tuvo que iniciar su preparación en Ciudad Real, y desde ahí, construir el camino hacia el éxito, desafiando las estadísticas y las expectativas. A pesar de los desafíos, y quizás incluso motivados por ellos, avanzaron paso a paso, con una mezcla de humildad y confianza, hasta que finalmente el sueño se convirtió en realidad. Los encuentros, especialmente la final contra Croacia, se grabaron en la memoria colectiva como momentos de pura perfección y alegría indescriptible.
Hoy, veinte años más tarde, ese triunfo sigue vivo en la memoria de quienes lo vivieron, convirtiéndose en una de esas historias que se cuentan una y otra vez. La hazaña de aquel equipo, los «Hispanos» de 2005, no solo elevó el perfil del balonmano en España sino que también dejó un legado de esfuerzo, superación y, sobre todo, de unión. La gente aún recuerda dónde y con quién compartió aquellos momentos inolvidables, manteniendo viva la llama de un logro que trasciende el tiempo y que, para muchos, permanece como un capítulo dorado en la historia del deporte español.