En un entorno político marcado por la polarización, el gobierno de Donald J. Trump ha intensificado su esfuerzo para promover su ambicioso proyecto conocido como «One Big Beautiful Bill». Funcionarios de la administración han salido a la palestra, argumentando los beneficios históricos que esta legislación podría proporcionar, prometiendo alivios fiscales sin precedentes, reformas significativas en el sistema de bienestar y drásticos recortes en el gasto público.

Durante una serie de pronunciamientos, el director de la Oficina de Gestión y Presupuesto, Russ Vought, enfatizó la magnitud de la propuesta, que supuestamente reduciría en 1.4 billones de dólares los déficits y la deuda del país. Vought destacó la importancia de aprobar el proyecto con el apoyo del Partido Republicano, evitando así las complicaciones del obstruccionismo en el Senado. “Queremos solucionarlo para que no haya nada que cuelgue sobre la administración y su agenda durante los próximos años”, subrayó.

La secretaria de prensa, Karoline Leavitt, añadió que la legislación generaría 1.6 billones de dólares en ahorros obligatorios. Combinando esto con los ingresos de aranceles de la agenda comercial «América Primero» de Trump y un crecimiento proyectado del 3%, anticipó una reducción del déficit de 8 billones de dólares en la próxima década.

El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se unió a la conversación con un enfoque en el impacto directo en las familias trabajadoras, prometiendo que la legislación sería “jet fuel” para la economía de EE.UU., generando más empleos y oportunidades económicas. Johnson afirmó que todos los salarios aumentarían, lo que sugiere un optimismo robusto sobre los efectos económicos que generaría la ley.

Por su parte, Kevin Hassett, director del Consejo Económico Nacional, presentó advertencias sobre las consecuencias de no aprobar el proyecto. Afirmó que la falta de apoyo a la legislación podría resultar en una reducción del Producto Interno Bruto (PIB) del 4% y la pérdida de entre seis y siete millones de empleos. Además, insistió en que, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, los ingresos por aranceles podrían superar el costo estimado del proyecto, lo que, a su entender, representaría un paso significativo hacia la reducción del déficit.

El Secretario del Interior, Doug Burgum, también se sumó a la defensa del proyecto, describiéndolo como un paquete «pro-energía», «pro-seniors», y «pro-farmer», destacando que proporcionaría un entorno regulatorio significativamente más ligero.

Como cierre, el senador Rick Scott sentenció la urgencia de pasar el proyecto, aludiendo a la necesidad de detener aumentos impositivos y asegurar la frontera, al tiempo que demandaba un aumento en el presupuesto militar.

Así, mientras la administración Trump continúa su empuje por esta ambiciosa legislación, la conversación en torno a sus posibles efectos económicos y sociales cobra cada vez más relevancia en el debate nacional. La presión aumenta y el tiempo corre, con la esperanza de que «One Big Beautiful Bill» sea una realidad que marque un giro en la política fiscal de Estados Unidos.

Fuente: WhiteHouse.gov

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