En un testimonio revelador que sacude los cimientos del consenso público en Israel, Michael Ofer-Ziv, exoficial de operaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), expone crudas verdades sobre las normas de combate y la moralidad dentro del ejército. A sus 29 años, Ofer-Ziv ha decidido alejarse de la institución militar después de presenciar incidentes que él describe como una «corrupción moral» interna, desencadenados por un episodio particularmente perturbador donde el ejército israelí disparó contra tres de sus propios rehenes en Gaza.
El horror de atacar a los propios rehenes durante una operación en el norte de Gaza ha marcado un punto de inflexión para Ofer-Ziv y otros 144 miembros de las IDF, quienes han renunciado colectivamente, denunciando que la guerra «ya no sirve a este propósito» de proteger y salvar vidas, sino todo lo contrario. Este grupo de reservistas, muchos de los cuales se alistaron con la intención de contribuir a la seguridad nacional de Israel, ha emitido una crítica mordaz hacia la dirección actual del conflicto, subrayando una transformación de operaciones defensivas en acciones que transgreden la legalidad y moralidad internacional.
La dinámica descrita por Ofer-Ziv en las salas de guerra—donde la decisión de abrir fuego contra individuos marcados como «sospechosos» se toma con una facilidad escalofriante—refleja una cultura de desensibilización hacia la vida humana. Las palabras de Ofer-Ziv ponen de manifiesto un ambiente en el que dominan ideologías extremistas, incluida la perturbadora noción de que todos los palestinos, incluso niños, representan una amenaza latente.
La intensidad y la frecuencia de los ataques israelíes en Gaza han resultado en una devastación sin precedentes, con cifras como las estimadas por el Instituto de las Naciones Unidas para Formación Profesional e Investigaciones (Unitar) que indican que un 66% de las edificaciones en Gaza han sido dañadas de alguna forma. Las implicaciones de estas operaciones van más allá del campo de batalla, afectando a miles de civiles, incluidos numerosos niños.
La decisión de Ofer-Ziv y sus compañeros de renunciar y denunciar públicamente estas prácticas se alinea con un coro creciente de voces disidentes dentro de Israel, cuestionando tanto las bases morales como las estrategias militares del conflicto. Su testimonio, unido al de otros como Max Kresch, otro reservista que dejó las IDF por razones similares, dibuja un panorama sombrío de los costos humanos del conflicto y la urgente necesidad de revisión y cambio.
Estos relatos de primera mano no solo socavan la imagen de un «Ejército del Pueblo» unido por objetivos comunes de defensa y protección, sino que también exponen una división profundamente arraigada en las filas sobre la justificación y ejecución de la guerra. Este creciente escepticismo dentro de las propias fuerzas armadas sugiere un momento crítico para Israel, en el cual la reflexión moral y la rendición de cuentas no solo son necesarias sino imperativas para restaurar la integridad institucional y asegurar un futuro de paz y seguridad para todas las partes involucradas.