La Asamblea General de la ONU ha marcado un hito este jueves al aprobar la declaración del 11 de julio como Día Internacional de conmemoración del genocidio en Srebrenica, una medida rodeada de gran controversia, especialmente en Serbia y en la región de los Balcanes. La resolución, impulsada por Alemania y Ruanda y respaldada por potencias como Estados Unidos y el Reino Unido, así como la mayoría de los países de la Unión Europea (con la notable excepción de España), diversos países de mayoría musulmana, y todos los países de la antigua Yugoslavia con la excepción de Serbia, logró avanzar gracias a una mayoría simple de 84 votos a favor, 19 en contra y 68 abstenciones.
La polarización en torno a esta conmemoración se reflejó en las tensas palabras del presidente serbio, Aleksandar Vucic, quien, desplazándose a Nueva York para asistir a la votación, criticó duramente el texto de la resolución, argumentando que lejos de promover la reconciliación entre bosnios musulmanes y serbobosnios, «abrirá la caja de Pandora» y generará «una división y una crisis regional en los Balcanes». Serbia, temiendo ser acusada de negar el crimen de Srebrenica, ha manifestado su preocupación por lo que considera una resolución «falsa y politizada».
La declaración de este día conmemorativo llega tras el reconocimiento oficial en 2007 del genocidio de Srebrenica por parte de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), donde más de 8.000 personas fueron asesinadas en una operación considerada de limpieza étnica por las fuerzas serbiobosnias comandadas por el general Ratko Mladic. Tanto Mladic como Radovan Karadzic, presidente de la República Srpska, han sido condenados a cadena perpetua por su papel en el genocidio.
La votación no sólo ha sido un reflejo de las divisiones existentes entre los países con respecto al reconocimiento de los crímenes cometidos en Srebrenica, sino que también ha evidenciado reticencias por parte de algunos países musulmanes como Emiratos Árabes Unidos, Líbano, Kazajistán o Argelia, los cuales optaron por la abstención debido a preocupaciones sobre el impacto que esta resolución podría tener en una región ya de por sí conflictiva.
En contraposición a las críticas, la representante permanente de Alemania en la ONU defendió la resolución como un esfuerzo por «concienciar y cerrar heridas del pasado», asegurando que el objetivo no es dirigirse contra Serbia como nación, sino contra los perpetradores del genocidio. Esta postura, no obstante, fue duramente criticada por el embajador ruso ante la ONU, quien calificó la jornada como «un capítulo muy triste de la historia», acusando la resolución de buscar demonizar a uno de los pueblos de la antigua Yugoslavia.
Organizaciones como Human Rights Watch han aplaudido la adopción de la resolución, aunque lamentan la omisión de cualquier referencia a las fuerzas de paz de la ONU y su fracaso en proteger a miles de bosnios. Así, la controversia generada en Serbia por esta resolución es un recordatorio palpable de que el proceso de rendición de cuentas por los crímenes de guerra cometidos durante los conflictos en la antigua Yugoslavia aún está lejos de concluir. La conmemoración del 11 de julio servirá como un recordatorio anual de la necesidad de justicia y reconciliación en una región todavía marcada por las cicatrices del pasado.