Desvaneciendo la Felicidad: Explorando las Razones Detrás del Declive del Bienestar en Canadá

En febrero de 1984, Pierre Trudeau dio un paseo bajo una tormenta de nieve en Ottawa que hizo historia en Canadá. Para el entonces primer ministro, la caminata fue el momento de reflexión que necesitaba para decidir que anunciaría su dimisión. 40 años después, con la nieve cayendo en una gran parte del país, su hijo Justin Trudeau tomaba la misma decisión y anunciaba el fin de su gestión.

Después de meses de presiones dentro y fuera del Partido Liberal para que deje el cargo, el premier anunció este lunes que dejará paso a un nuevo líder de la formación para hacer frente a la crisis política y económica que azota Canadá. Ese 2015 en el que Trudeau era vitoreado por una multitud tras ser elegido como primer ministro parece ahora lejano, y esa «vida soleada» que el político vaticinaba para su país ha quedado cubierto de sombras.

El anuncio de Justin Trudeau ha marcado el inicio de un periodo de inestabilidad en el que los liberales deberán encontrar a un nuevo candidato. Y ha sido el broche de una de las épocas más complicadas para la vida política del primer ministro. El antes y el después de esta crisis fue la dimisión de viceprimera ministra y ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, en diciembre, ante la amenaza arancelaria del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Además de las disputas internas sobre cómo gestionar esta crisis, Freeland puso el foco en que no confía en que Trudeau sea el líder que el país necesita para sentarse a negociar con el republicano.

Esta misma sensación tuvieron los legisladores canadienses que pidieron que se dejara su puesto y se ha extendido cada vez más entre la población. Justin Trudeau acabó su gestión, después de casi 10 años, con un desplome de la popularidad y, una encuesta publicada en diciembre arrojó que solo el 16% de los votantes apoyaría a su partido. Su índice de desaprobación alcanzó un histórico 74%, según los mismos datos de la encuestadora Angus Reid.

«Cada hueso de mi cuerpo siempre me ha dicho que luche porque me preocupo profundamente por los canadienses», dijo Trudeau en su comparecencia de este lunes. Sus palabras marcan el fin del líder que alcanzó la fama mundial tras ser elegido como primer ministro y que se ha caracterizado por su compromiso con las causas sociales, la igualdad de género, los derechos de los indígenas y el combate contra el cambio climático.

Durante las primeras fases de su gestión, fue un ejemplo para los valores progresistas de Canadá y no le faltó el apoyo de sus aliados en el partido. Las críticas, que antes se limitaban a los miembros del Partido Conservador, se han convertido en una opinión predominante en la esfera política del país por un aumento de los costos de vida y una crisis inmobiliaria.

Pero la caída política de Justin Trudeau se ha ido fraguando a fuego lento en los últimos años. 2017 podría considerarse como el inicio de una mala época que, con altos y bajos, ha durado hasta este 6 de enero. En ese año, salió a la luz que el líder canadiense no declaró unas lujosas vacaciones que había tomado meses antes. Este fue el primero de una serie de escándalos que acabaron socavando su imagen, pero fue también el momento en el que tomó una decisión que acabaría marcando el futuro de su gestión.

Después de la primera victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos, Trudeau quiso posicionarse como un perfil contrario al del republicano y se mostró contrario a las políticas antimigratorias del magnate. Mientras que Trump quería frenar la entrada de inmigrantes al país, el primer ministro de Canadá hizo todo lo contrario. «A aquellos que huyen de la persecución, el terror y la guerra, los canadienses los recibirán, independientemente de su fe. La diversidad es nuestra fuerza», escribió en redes sociales en 2017.

El premier consideró que la inmigración era una vía para impulsar el crecimiento económico y aumentar la fuerza laboral en el país. Sin embargo, con el tiempo, la llegada de millones de personas han abrumado Canadá y los críticos de Trudeau sostienen que estas políticas han provocado una escasez de la vivienda y un aumento de los alquileres. Además, apuntan que los servicios públicos, así como la sanidad, ha empeorado por no poder seguir el ritmo del crecimiento demográfico.

La inflación provocada por las medidas tomadas durante la pandemia han sido la gota que ha colmado el vaso para muchos canadienses, especialmente para familias de ingresos bajos y medios. «El ascenso inicial de Trudeau se basó en gran medida en su carisma y su imagen progresista. Sin embargo, con el paso de los años, su reputación se ha visto socavada por una percepción de hipocresía», dijo Semra Sevi, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Toronto, a Financial Times.

Ahora, el Partido Liberal debe buscar un nuevo líder para que se presente a unos comicios que se celebrarán, como muy tarde, en octubre de este año. Los retos para la formación no son pocos y su primer cometido es encontrar a la persona que pueda revertir la caída de la popularidad de Justin Trudeau y, por extensión, del partido. Hay ya algunos nombres sobre la mesa, como la propia Chrystia Freeland o Mark Carney, exgobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra.

Los expertos, sin embargo, creen que los liberales tienen pocas posibilidades de ganar unas nuevas elecciones y apuntan al aumento del apoyo al líder del Partido Conservador, Pierre Poilievre. Su hipotética elección como primer ministro podría marcar un cambio radical en la política canadiense, especialmente en temas relacionados con la migración.

Más allá de las medidas que pueda implementar un nuevo líder, los analistas afirman que ha llegado la hora de un cambio en Canadá después de una década de liderazgo político. «No se trata necesariamente de un giro hacia la derecha en Canadá, sino más bien de que es hora de un cambio. La única alternativa es el otro partido que ha estado en el poder, y es allí a donde van», dijo Laura Stephenson, profesora de ciencias políticas de la Western University en London, Ontario, a Bloomberg.

Lo reconoce hasta el propio Justin Trudeau: «Es hora de reiniciar las cosas. Es hora de que baje la temperatura y de que la gente tenga un nuevo comienzo en el Parlamento», dijo en su discurso de dimisión.

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