Descubriendo Couto Mixto: El Microestado Olvidado Entre España y Portugal

En una remota esquina de Europa, un microestado desafiaba los límites geográficos y políticos establecidos por las grandes potencias de la Península Ibérica. Hablamos del Coto Mixto, un territorio de apenas 27 kilómetros cuadrados, ubicado en la actual provincia de Ourense, Galicia, que ostentaba una historia y tradición tan singular como su diminuto tamaño.

Desde su formación en el siglo XII hasta su integración con España en 1864 a través del Tratado de Lisboa, el Coto Mixto funcionó casi como una república independiente. Compuesto por tres aldeas: Santiago de Rubiás, Meaus y Rubiás dos Mixtos, este enclave gozaba de exenciones fiscales, libertad de comercio, y servía de refugio para aquellos que huían de la justicia española o portuguesa.

¿Qué hacía tan especial al Coto Mixto? A pesar de su tamaño, disfrutaban de un sistema de autogobierno avanzado para su época. Cada tres años, las familias de las tres aldeas elegían un juez como máxima autoridad, quien administraba justicia y dirigía la gestión del territorio con la ayuda de representantes de cada aldea, los denominados «homes de acordo». Este sistema democrático, en una época dominada por estructuras feudales, posiciona al Coto Mixto como una de las primeras democracias europeas.

Curiosamente, sus habitantes tenían la libertad de elegir su nacionalidad, pudiendo ser españoles, portugueses, o ninguna de las dos, lo que añadía otra capa a su peculiar estatus legal y social. Esta autonomía permitió que el enclave se convirtiera en un refugio para agricultores, ganaderos, e incluso contrabandistas, seducidos por las exenciones y libertades que ofrecía.

Sin embargo, en 1864, el Tratado de Lisboa redibujaría los mapas y el destino del Coto Mixto, integrando este singular microestado en el territorio de España y poniendo fin a su autonomía. Este cambio significó la pérdida de los privilegios históricos que habían disfrutado sus habitantes, pero su legado y memoria continúan vivos.

Hoy, los pueblos que formaban parte de este experimento social y político recuerdan su historia a través de actos simbólicos y lugares de importancia histórica, como la iglesia de Santiago de Rubiás, testigo del singular autogobierno que alguna vez ejercieron.

Más allá de las fronteras actuales y las páginas de la historia, el Coto Mixto se alza como un fascinante recuerdo de cómo un pequeño rincón de Europa pudo, durante casi siete siglos, forjar un camino de independencia y autogestión en medio de gigantes territoriales. Su historia no solo interpela nuestra concepción de la geografía política sino que además sirve como testamento de las aspiraciones humanas de autodeterminación y democracia.

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