La situación en Gaza sigue siendo un laberinto de obstáculos, tal como reconoce veladamente la Administración de Donald Trump. Documentos filtrados indican que las posibilidades de avanzar en la segunda fase del plan de paz son mínimas, especialmente en un entorno donde Israel sigue incumpliendo las condiciones de alto el fuego. Uno de los planes más ambiciosos incluye la creación de una Fuerza Internacional de Estabilización, que tendría la tarea de entrenar a la policía palestina y supervisar la retirada gradual de las tropas israelíes. Sin embargo, las tensiones sobre quién lideraría esta fuerza y su legitimidad internacional no son menores, con países como Emiratos Árabes Unidos y Jordania negándose a participar sin un marco claro.
La situación se complica aún más con la negativa de Turquía a enviar tropas bajo un mando que considere inaceptable, a pesar de su posible rol como mediador en el conflicto. Ankara aspira a participar en la reconstrucción de Gaza, mientras que Washington busca estrechar lazos entre Israel y Arabia Saudí en un intento por normalizar relaciones. Sin embargo, el principal escollo sigue siendo la falta de consenso sobre las condiciones para el establecimiento de un Estado palestino, lo que Netanyahu no está dispuesto a aceptar.
Mientras tanto, el plan del Gobierno estadounidense para dividir Gaza en «Comunidades Seguras» genera preocupación de que profundice aún más la separación entre los palestinos. Este enfoque no solo ignora la realidad sobre el terreno, sino que también plantea interrogantes sobre la viabilidad del alto el fuego y la reconciliación palpitante en la región. La inacción podría resultar en nuevas tensiones, exacerbando una crisis humanitaria que ya afecta a miles de vidas.
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