En una toma de posesión marcada por fuertes declaraciones, Lai Ching-te, el nuevo presidente de Taiwán, instó a China a cesar su intimidación política y militar hacia la isla y a colaborar en la preservación de la paz en el estrecho de Taiwán y la región. En su discurso inaugural el lunes, Lai expresó su firme posición en favor de la democracia y la libertad, sin prever concesiones.
La elección de Lai, quien asumió el cargo tras ganar las elecciones el pasado 13 de enero, ha sido motivo de tensiones con China. Beijing ha expresado abiertamente su desacuerdo con la victoria de Lai y su partido, el Partido Democrático Progresista (PDP), que aboga por un nacionalismo taiwanés y la diferenciación de la identidad de Taiwán respecto a China. La respuesta de China no se hizo esperar, incrementando su presencia militar cerca de Taiwán y anunciando sanciones contra figuras políticas taiwanesas, además de sancionar a empresas estadounidenses por su comercio armamentístico con la isla.
Las acciones de China forman parte de una estrategia más amplia de interferencia y desestabilización, acusada de intentar subvertir el proceso electoral en Taiwán y de favorecer al Kuomintang (KMT), partido opuesto al PDP que comparte la visión de una «única China». Además, China ha lanzado una serie de campañas de desinformación e incitación a la polarización dentro de la política taiwanesa, utilizando herramientas avanzadas como la inteligencia artificial para generar contenidos falsos y manipular la opinión pública.
A pesar de estos esfuerzos, la identidad nacional de Taiwán se ha fortalecido, con una encuesta del Pew Research Center indicando que un 67% de los taiwaneses se consideran primeramente taiwaneses. Esto sugiere que, a largo plazo, la táctica china de injerencia y presión política podría estar fallando en cambiar la percepción de identidad entre los habitantes de Taiwán.
Sin embargo, es importante destacar que la interferencia china no solo busca influir en los resultados electorales, sino también sembrar el caos y desacreditar la democracia taiwanesa en sí, como parte de una estrategia más amplia para reducir el atractivo de la democracia a nivel global. Aunque las elecciones han consolidado al PDP en el poder, los partidos de oposición, incluido el KMT, han ganado terreno en el Parlamento, lo que indica un panorama político más polarizado en Taiwán.
La ceremonia de toma de posesión de Lai Ching-te, llena de cultura, música y solemnidad, refleja la resiliencia de una nación bajo el continuo acecho de una superpotencia vecina. Ahora, bajo el liderazgo de Lai, Taiwán enfrenta un futuro incierto, entre la preservación de su democracia y las amenazas externas que buscan socavarla.