En la ciudad de Erfurt, en la región de Thüringen, Alemania, la atmósfera política se siente cargada y tensa. La reciente victoria electoral del partido Alternativa para Alemania (AfD) ha encendido las alarmas de la comunidad de migrantes y de aquellos que temen un resurgimiento de ideologías extremistas en el país. Entre ellos, José Paca, un migrante angoleño que llegó a la entonces República Democrática Alemana para continuar su formación, se destaca como un pionero y ahora, más que nunca, como un defensor de los valores democráticos y de la inclusión social.
Paca, quien fue reconocido con la medalla al mérito por su labor como trabajador social, refleja la ansiedad que se cierne sobre la comunidad de migrantes en Thüringen. En 2007, expresó en una entrevista a Der Spiegel su confianza en el Este alemán, una confianza que ahora parece resquebrajarse. La consideración de emigrar a otro lugar se hace más presente en las conversaciones, aunque la idea de ceder el espacio a los ultras y permitirles alcanzar sus objetivos rechazantes provoca una resistencia natural.
Maggy, una colombiana que ha vivido casi toda su vida en Erfurt, encapsula otra faceta de este desafío. A pesar de considerar la posibilidad de mudarse, el hecho de que sus hijos hayan nacido en Alemania plantea un dilema doloroso. Para muchos como ella, Thüringen nunca fue el paraíso, pero la elección de Björn Höcke y su partido AfD envía un mensaje frío y claro: no son bienvenidos.
Del otro lado de esta tensa realidad, la economía de Thüringen, junto con sus servicios básicos y el sector salud, se benefician de la mano de obra extranjera, aunque políticamente sean señalados como el problema. La narrativa que antes era dominio exclusivo de partidos neonazis, hoy ha encontrado espacio en el discurso mainstream, llevando la política alemana a un punto de inflexión crítico.
AfD, que ingresó al Bundestag en 2017, muestra una evolución alarmente de euroescepticismo a un nativismo agresivo, definiendo el debate público y desplazando la llamada Ventana de Overton hacia extremos que parecían impensables en la Alemania post-holocausto. La victoria en Thüringen representa un hito sombrío, la primera de su tipo desde el régimen nazi, y plantea interrogantes profundos sobre la dirección futura del país.
Analizar el éxito de AfD en el Este, revela una serie de factores. Primero, una identificación con la identidad del Este, marcada por una percepción de inferioridad y la narrativa de ser ciudadanos de segunda clase. Además, AfD ha sabido capitalizar el descontento con la política tradicional, posicionándose como una alternativa legítima para un electorado desilusionado y buscando establecer una base de votantes leales.
Las próximas elecciones en Brandenburg, Sachsen y otras regiones del Este alemán anticipan más victorias para AfD, lo que cuestiona la capacidad de los partidos tradicionales para formar gobierno sin explorar coaliciones impensadas, incluso con partidos que comparten la visión nativista de AfD.
Mientras el paisaje político se vuelve cada vez más complejo, las calles de Erfurt mantienen la belleza y tranquilidad de su herencia medieval. Sin embargo, bajo esta fachada, la comunidad migrante lidia con el miedo, la incertidumbre y la frustración, ponderando su lugar en una sociedad que parece estar girando hacia visiones del pasado que muchos creían superadas.
Este momento crítico en la historia de Alemania pone de manifiesto la importancia de ofrecer un relato más atractivo y abierto del país, uno que vaya más allá de la retórica de la ultraderecha y que enfrente los desafíos estructurales con soluciones que promuevan la inclusión y el respeto a la diversidad. La respuesta de la sociedad civil, los partidos políticos y los medios de comunicación frente al avance de AfD será crucial para definir el futuro del país en los próximos años.