En el corazón de Bucarest, la floristería Buchetino destaca no sólo por sus flores y regalos sino también por su peculiar decoración política y atracción turística inesperada. Detrás de su mostrador, Stefan Surubariu, apodado Surub, saluda a los clientes con una sonrisa bajo su gorra roja «Make America Great Again». La presencia de la política se siente fuertemente aquí, con la cara del político de extrema derecha rumano Calin Georgescu iluminando el exterior del local y una curiosa mezcla de mercancía que incluye desde camisetas con Donald Trump hasta bufandas de equipos de fútbol.
«¿Quieres café Trump o eres más de café Ursula?», pregunta Surub, haciendo referencia a Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea. Este particular empresario refleja un fenómeno creciente en Rumanía: un sentimiento de nacionalismo fuerte y euroescepticismo que ha llevado a la popularización de figuras políticas como Georgescu. Comparado con Mustafa Kemal Atatürk de Turquía por Surub, Georgescu es visto por algunos como el reformador necesario para el país.
La descalificación de la candidatura presidencial de Georgescu por la Oficina Electoral Central, que citó irregularidades en el proceso electoral y la campaña, ha provocado indignación entre sus seguidores. Esta decisión ha sacudido la política rumana, especialmente después de que Georgescu ganara sorprendentemente la primera vuelta de las elecciones presidenciales, un evento que no se había visto en 35 años desde la revolución rumana.
Los simpatizantes de Georgescu, y más ampliamente de la derecha radical populista en Rumanía, compuesta por partidos como AUR, S.O.S. y el Partido de la Juventud (POT), se identifican como «soberanistas», oponiéndose a lo que perciben como la agenda «globalista» de la Unión Europea. El nacionalismo, el euroescepticismo y las posturas anti-OTAN son comunes entre estos grupos, que han recibido un impulso perceptible a raíz del éxito político de Donald Trump en Estados Unidos.
La creciente desconfianza hacia la Unión Europea y las narrativas de Rumanía como «colonia económica de Occidente» reflejan un descontento profundo con la gestión de la pandemia, la desigualdad y la globalización. Además, el legado de movimientos de extrema derecha y la influencia de las redes sociales han jugado un papel significativo en la propagación de estos sentimientos. Surub, por ejemplo, expresa una mezcla compleja de admiración hacia Trump y una retórica nacionalista, a pesar de reconocer la dependencia económica de Rumanía de la Unión Europea.
Este resurgimiento del nacionalismo y el soberanismo en Rumanía es un reflejo de una tendencia más amplia en Europa, donde países como Polonia y Hungría han presentado propuestas para remodelar la Unión Europea, sugiriendo incluso un cambio de nombre a la Comunidad Europea de las Naciones. A medida que Europa se enfrenta a tensiones internas crecientes, la situación en Rumanía ilustra las complejas dinámicas políticas y culturales que desafían la cohesión del bloque.