Curro y el peso del remordimiento: Entre la culpa y la pérdida de su madre

La Lucha Interior de Curro: Entre la Obsesión y el Consuelo

Curro va cumpliendo sus obligaciones en La Promesa de manera mecánica, aunque su mente no deja de viajar al pasado, a esos últimos instantes de los que disfrutaba con su madre. Con cada uno de los gestos, con cada una de las órdenes que efectúa o con las que se pliega, la cosa parece convertirse en un medio de castigar las economías de su conciencia. Lo que le interesa de tal modo, por ser tan irrealizable en la vida, es aquello que le pasó un poco antes, cuando Eugenia lo necesitaba.

«Si yo hubiera dejado de buscar al asesino de Jana, quizás ella hoy sería una mujer viva». Este es el pensamiento que se reproduce a partir de allá en el tiempo adosando de este modo el sufrimiento a la herida. «Pronto, tarde o temprano, podría ver mi lugar preferido». En la figura de Ángela, Curro cree entrever el puerto de su tormenta, entendiendo que ella es la mujer capaz de confortar tanto por sus palabras como por su contacto.

Lo cierto es que poco a poco sus conversaciones han ido tomando una forma más íntima, como si la mirada de Curro tratase de hacer de los ojos de ella su juego y una pausa intermitente a las vicisitudes del tiempo. Sea como fuere, la conexión entre ambos no pasa desapercibida, porque Leocadia está ahí, allí, en el fondo, desde las sombras, atendiendo a cada una de la palabra que suenan por la boca de Curro en la iglesia.

Las palabras que faltan son en ocasiones tan solo lo necesario para que efectúe observaciones sobre las miradas que se dedican el uno al otro, como si ya fuese forjando límites de lo que puede llevarse a cabo entre ellos, límites de lo que es entrar en lo que ella considera como «lo permitido» o «lo correcto». Que la intervención de Leocadia acontece, es un hecho adquirido, y la intervención de Leocadia podría ser incluso capaz de romper el precario equilibrio que Curro ha llegado a encontrar.

Por otro lado, la obsesión por encontrar la verdad acerca de la muerte de Jana lo consume. Cada pista que persigue lo aleja de su propia paz, pero renunciar a la búsqueda sería traicionar a las dos mujeres: a su madre y a su hermana. En los momentos de mayor desesperación incluso se pregunta si habrá alguna justicia que acalle su sufrimiento. O tal vez esté condenado a cargar con esto para siempre.

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