El periodismo siempre ha sido considerado el «cuarto poder», un equilibrio frente a los otros tres poderes del Estado. A través de la historia, ha tenido momentos donde esta profesión se ha erigido como defensora de la democracia, las libertades y la voz de los sin voz. Aunque aún persisten ecos de esa noble misión, algunos argumentan que la profesión ha perdido parte de su brillo y credibilidad en tiempos recientes. Pero, ¿realmente fue alguna vez el periodismo un oficio más respetable que ahora?
Para entender el contexto actual, es crucial mencionar el papel de los grandes conglomerados mediáticos que dominan el panorama de la información. Estas corporaciones, a menudo con intereses en múltiples sectores más allá de la comunicación, ejercen una presión innegable sobre el trabajo periodístico, adaptando a menudo la información a las opiniones o intereses de los poderosos o de quienes más pagan. Esta influencia de las altas esferas ha modulado la percepción pública del periodismo, llevándolo de ser un contrapoder a, en ocasiones, ser visto como una herramienta de poder.
En las décadas pasadas, cuando el periodismo era la principal fuente de información, se tenía la percepción de un periodista comprometido con la verdad. Sin embargo, no podemos idealizar esa era completamente. Incluso entonces, había influencias externas y prensa sesgada, aunque quizás no con la magnitud y sofisticación de hoy.
La era digital ha añadido más matices a este panorama. Las redes sociales y la blogosfera permiten que cualquier persona se convierta en emisor de información, y la competencia por audiencia ha llevado a muchos medios a priorizar el entretenimiento sobre el periodismo serio y profundo.
A pesar de este escenario, generalizar sería injusto. Aún existen periodistas y medios que se mantienen fieles a la ética periodística, realizando investigaciones profundas y arrojando luz sobre zonas oscuras. Lo que ha cambiado es, quizá, la percepción del público, influenciado por un aluvión constante de información y distracciones.
En lugar de añorar un pasado idealizado, deberíamos esforzarnos por revalorizar el periodismo en el presente. Necesitamos medios que resistan las presiones de los conglomerados, que busquen la verdad más allá del clickbait y que reconozcan la profunda responsabilidad que conlleva informar. El periodismo, en su esencia, sigue siendo un oficio respetable. Depende de cómo lo ejerzamos y consumamos para determinar su valor en el futuro.