Acción y reacción. China mantiene su táctica de apretar la soga sobre Taiwán cada vez que sus líderes zarandean sus deseos independentistas o exhiben su sintonía con Washington, ya sea mediante visita formal o con el evidente mercadeo de armas y chips. Pekín estaba muy preocupada con el devenir de las elecciones que hubo en la isla el pasado enero. A Pekín, desde luego, no le gustan las urnas en lo que considera su legítimo territorio. Pero mucho menos que gane alguien que va contra sus intereses políticos. Y eso es exactamente lo que pasó.
El nuevo presidente taiwanés, Lai Ching-te, no ha dudado en agitar, más aún si cabe, la bandera independentista taiwanesa. El pasado 10 de octubre, el mandatario se estrenaba en el púlpito del Día Nacional patrio. Desde allí mandó un mensaje que ha elevado varias octavas la retórica nacionalista: «China no tiene derecho a representar a Taiwán. Como presidente, mi misión es garantizar que nuestra nación aguanta y progresa, y unir a los 23 millones de taiwaneses. También mantendré el compromiso de resistir a la anexión y a cualquier ataque a nuestra soberanía», dijo.
La respuesta desde ese otro lado del estrecho de Formosa ha llegado por mar y aire pocos días después. Las fuerzas armadas chinas rodearon de nuevo el pasado lunes la isla con unos ejercicios militares intimidatorios que simulaban un completo bloqueo como preludio a una potencial invasión.
No faltaron además los gestos que contribuyeron a agitar nacionalismos y recelos. Durante las maniobras militares, en medio de una avalancha de propaganda que China arrojó en redes sociales y medios afines de su poderío militar, la guardia costera de Xi Jinping publicó un mensaje donde con flechas se circundaba Taiwán. El dibujo resultante era un corazón que iba acompañado de dos mensajes en chino: «Hola, cariño» y «La patrulla está en forma para amarte».
Los analistas han hecho diversas interpretaciones del mensaje, tratando de leer si es amistoso (pero torpe), irónico o desafiante. Algunos hilan fino y creen que la imagen es una referencia velada a la famosa telenovela taiwanesa titulada Hola, cariño, y cuya actriz principal es favorable a la reunificación. Pero en Taipéi se lo han tomado como un insulto espeluznante y acosador.
La escalada de tensiones, en todo caso, estaba anunciada desde la llegada al poder de Lai, considerado por China como un independentista radical. «Estoy de acuerdo. Lai da a entender que es más duro que otros líderes regionales respecto a la independencia de Taiwán. Su posicionamiento definitivamente traerá riesgos a los lazos a través del Estrecho, e incluso puede arrastrar a la gente a la guerra», valoró Wang Yingjin, director del Centro de Investigación de Relaciones del Estrecho de la Universidad Renmin de China, en un artículo titulado Expertos en la cuestión de Taiwán aseguran que Lai Ching-te es un instigador de la guerra publicado por el medio oficialista chino CGTN el mismo día en el que se iniciaron las maniobras militares.
Efectivamente, hay tambores de guerra. Como los lleva habiendo décadas, muchos creen que es una amenaza etérea, mientras otros insisten en que estamos viviendo tiempos en los que las fronteras de lo imposible se cruzan cada poco tiempo. Y en el estrecho de Taiwán, los buques y los aviones cruzan con demasiada frecuencia las fronteras. «Es un buen momento para que todo estalle. Estados Unidos está en medio de dos frentes con Ucrania e Israel, con una situación interna política dividida, y Pekín lo sabe. Nunca he visto tan cerca la posibilidad del conflicto», explicaba a este periódico el pasado domingo un diplomático de la ONU que viaja con frecuencia a China.
De hecho, muchos análisis militares dicen que China se está preparando para una invasión que ocurriría en los próximos años. Algunos altos mandos estadounidenses se han atrevido a poner fechas sobre la mesa, como 2025, 2027 (fecha simbólica por el centenario de la creación del Ejército de Liberación Popular) o 2030. «El presidente chino, Xi Jinping, tiene una ventana estratégica, en el horizonte 2030, cuando se den las condiciones para anexar Taiwán por la fuerza si no se logra la unificación pacífica antes de esa fecha», señala un informe del Departamento de Defensa de EE.UU. titulado El dragón ambicioso.
Hasta ahora, la brecha militar entre ambas potencias hacía casi imposible un plan de invasión anfibia. «Durante años, la disuasión militar ha funcionado. Pero eso se está erosionando con la fuerte inversión del Ejército Popular de Liberación», explicaba Enoch Wu, un ex militar taiwanés nacido en Chicago que lidera la Forward Alliance (FA), una organización que enseña a la población a actuar en caso de conflicto, a este periódico en una entrevista en Taipéi el año pasado.
Entonces, China realizaba unas maniobras militares similares a las ejecutadas ahora. En aquellas jornadas, vistamos y entrevistamos a los dirigentes de la Kuma Academy, una organización claramente proindependentista. «La Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado anunció el lunes la imposición de medidas de castigo a Shen Pao-yang y Robert Hsing-cheng Tsao, dos figuras secesionistas clave de la isla de Taiwán. También, a la Academia Kuma, una organización que propaga ideas secesionistas y sirve como base para actividades separatistas por la independencia de Taiwán», anunció el pasado lunes el medio chino Global Times.
La decisión de China parece clara y contundente. No hay negociación posible. Taiwán es parte legítima de su territorio. El presidente Xi, el mandatario con más poder desde los tiempos Mao Zedong, lleva asegurando años que bajo su mandato se recuperará la soberanía sobre la isla y se producirá la unificación.
Algo que no parece que vaya a ocurrir de forma amistosa. Aunque ahora el poder taiwanés está en manos del Partido Progresista Democrático, proindependentista, su margen es limitado y las democracias permiten eso que no permite Pekín, que es cambios de guion. Las urnas podrían traer un gobierno que acepte negociar algún tipo de anexión, bajo el paraguas del «un país, dos sistemas» que se practicó con Macao y Hong Kong. El problema es que los taiwaneses han visto cómo Pekín está incumpliendo con la mayor parte de lo pactado sobre Hong Kong, lo que ha generado una factoría de votantes independentistas en la isla, especialmente entre los más jóvenes.
Sin ese acercamiento político, hoy lejano, la resolución del conflicto parece avocada a las armas. La capacidad militar de China debe ser muy superior a la de Taiwán para lanzarse a un ataque lleno de problemas logísticos. Xi lleva años intentando que esa superioridad sea manifiesta y que, incluso, sirva para que Estados Unidos y sus aliados no se entrometan. ¿De ahí la espera?
Solo siete puntos. «El presupuesto de defensa de China para 2024 alcanzó los 236.000 millones de dólares, en comparación con los 298.000 millones de dólares gastados por todos los demás países de Asia este año. El presupuesto chino aumentó más del 7% en términos nominales, y 2024 marcó el trigésimo año consecutivo al alza. Como proporción del PIB, el presupuesto central de defensa chino asciende al 1,27%, muy por debajo del promedio mundial del 1,8% y, de hecho, del objetivo del 2% para los países de la OTAN», recuerda la analista militar Fenella McGerty en un artículo publicado en el International Institute for Strategic Studies. Ese 1,27% de PIB, en todo caso, coloca a Pekín como el segundo país en inversión militar, solo por detrás de EE.UU.
Es decir, China se está armando de forma significativa y sostenida en el tiempo. ¿Qué está haciendo Taiwán? «Taiwán gastará 20.240 millones de dólares en defensa en 2025, lo que representa un 2,45% de su PIB», publicaba el medio Focus Taiwán en septiembre pasado. En términos absolutos, Taiwán apenas invierte un 10% de lo que invierte China. Por no hablar de la brecha demográfica entre un país con más de 1.400 millones de habitantes frente a otro con 23.
A favor de una posible victoria (o al menos resistencia) militar, juega con el factor isla. Una defensa natural que se ha mostrado decisiva a lo largo de la Historia. La geografía taiwanesa, según los expertos, permite solo siete puntos de un desembarco de la magnitud que necesita Pekín. El centro del país es una zona montañosa, fácil de defender en una guerra de guerrillas. La operación militar está, por tanto, plagada de riesgos e imponderables. Algunos analistas creen que el plan consiste en primero ahogar la isla con un bloqueo naval/aéreo, una estrategia que también tiene muchas dificultades en una zona de alto paso marítimo que afectaría a la economía global.
Pero de continuar ampliándose la brecha militar, el principal riesgo de descalabro para China es una implicación directa de Estados Unidos en un eventual conflicto. «Tras la toma de posesión de Lai Ching-te como nuevo presidente de Taiwán en mayo de 2024, China mostró su descontento iniciando dos días de intensos ejercicios militares en torno a Taiwán. El almirante Samuel Paparo, comandante del Comando Indo-Pacífico de Estados Unidos, comentó que los ejercicios ‘parecían un ensayo’ para una invasión. ‘Lo vimos. Tomamos nota. Aprendimos de ello. Y nos ayudaron a prepararnos para el futuro’», termina un análisis del Council on Foreign Relations sobre un posible ataque militar chino.
¿Qué haría Washington? «Hemos seguido de cerca las maniobras militares alrededor de Taiwán. Esta operación de presión militar es irresponsable, desproporcionada y desestabilizadora», dijo en un comunicado el Ejército estadounidense ante las más recientes maniobras del EPL. El Pentágono sigue de cerca la situación e insiste en que Taiwán no es un tema de política interna china, sino un asunto crítico para el orden internacional. ¿Tanto como para empezar una Tercera Guerra Mundial?
Pekín, por su parte, le replica a Washington que «este no es un asunto diplomático». «La independencia de Taiwán y la paz en el estrecho de Taiwán son incompatibles», aseguró recientemente la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Mao Ning. Pekín ha pedido a EEUU, reiteradamente, que deje de vender armas a Taiwán y, reiteradamente, EEUU ha decidido seguir haciéndolo, como hace China en cada uno de los charcos que pisa Washington. Algo que sucede de forma constante en la diplomacia y que nos recuerda que, en el tablero geopolítico, lo importante sucede bajo la mesa. Lo trascendental es que no sea público. Porque lo público exige una respuesta. Acción, reacción.