Las relaciones entre Moscú y Bakú se encuentran en una crisis profunda, acentuada por el reciente derribo de un avión azerbaiyano por un misil ruso y la muerte de dos hermanos azeríes en custodia rusa. Las autopsias revelaron una brutalidad intolerable, contradiciendo la versión del Kremlin que atribuyó la muerte a un fallo cardiaco. Esta tensión ha llevado al gobierno azerbaiyano a condenar la acción de Rusia como «tortura» y «asesinato brutal», y a cancelar eventos culturales con instituciones rusas en respuesta a lo que considera «ejecuciones selectivas».
El deterioro diplomático se intensificó cuando la policía azerbaiyana allanó la oficina de Sputnik en Bakú, deteniendo a varios periodistas rusos bajo acusaciones de fraude. En represalia, Rusia convocó al embajador azerbaiyano, lamentando lo que describió como «acciones hostiles». A medida que las relaciones se deterioran, Azerbaiyán ha optado por detener a ciudadanos rusos, alegando delitos informáticos y narcotráfico, lo que continúa elevando la tensión entre ambos países.
Experts consideran que esta crisis podría marcar una nueva era para Azerbaiyán, que ha fortalecido su posición regional gracias a su economía y alianzas estratégicas, especialmente con Turquía. El apoyo de Bakú a Ucrania también ha añadido una dimensión a esta compleja relación. Observadores creen que las conexiones de Azerbaiyán con Occidente deben fortificarse, aprovechando la situación para firmar un tratado de paz con Armenia y reducir la influencia de Rusia en el Cáucaso Sur, una jugada que podría redefinir su rol en la región.
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