Comienza la 23ª conferencia de la ONU sobre Cambio Climático (COP 23), uno de los temas internacionales que más preocupan a los jóvenes. Así nos lo cuentan dos de los participantes del proyecto #Write2Unite en este post.

Cansado, con frío y hambriento, me encuentro ahora mismo caminando sobre las vías de tren sin un rumbo fijo. Llevo así varios meses. Hace dos años, en 2048, que se decretó el estado de excepción en España y, desde entonces, los habitantes de las zonas más afectadas por el cambio climático nos hemos convertido en nómadas y, al igual que las aves, migramos según las estaciones.

Qué lejos quedan aquellas clases sobre reciclaje que teníamos en primaria. Por aquél entonces, ahorrar agua y reciclar vidrio, plásticos o metales nos suponía un esfuerzo que no estábamos dispuestos a realizar. Ironías de la vida, cuando ahora la humanidad entera se encuentra abocada a desaparecer y nos preguntamos por qué, cuándo había una oportunidad para evitar la caída por el precipicio, no fuimos capaces de organizarnos, de frenar algo inminente que, por aquel entonces, habría sido posible solucionar.

Aún recuerdo la época antes de que los acontecimientos climáticos se precipitaron. Era un tiempo en que lascumbres climáticas se fueron sucediendo con mayor celeridad. Tras la de París 2015, llegaron otras de gran relevancia, como la de Copenhague 2020, y así sucesivamente. Finalmente, en la de Chicago 2035, las grandes potencias aseguraron que la situación era insostenible, aunque esto era ya evidente para todos.

Habíamos visto en pocos años cómo los recursos hídricos y energéticos se agotaban. El combustible fósil desapareció y quedó reservado únicamente para los ejércitos. La mayor parte de las grandes ciudades quedaron devastadas por los continuos cortes de luz, las inundaciones, y la falta de alimentos y agua corriente, provocando un éxodo masivo hacia zonas rurales situadas a gran altitud. Desaparecieron del mapa infinidad de islas y de poblaciones costeras. Además, en 2045, debido al fracaso de los planes de mitigación ambiental, la temperatura aumentó dos grados y medio, lo que supuso el deshielo casi completo de los polos y el desequilibrio total del globo terráqueo.

Hoy me dispongo a cruzar la frontera de Finlandia con Rusia para poder acceder a alguno de los múltiples campos de refugiados que se extiende desde Moscú hasta Siberia. La Europa que conocíamos hasta hace pocas décadas, ha quedo desertificada y asolada por plagas procedentes del continente africano que, junto con Asia y Oceanía, han sido los más perjudicados.

Cambio climático: 52 grados en verano

¿Y mi país? España ha sufrido inundaciones constantes y temperaturas de 52 grados en verano, convirtiendo a la Península Ibérica era un lodazal durante los grandes diluvios de otoño, y prácticamente en un desierto el resto del año. Miles de Islas del Pacífico quedaron sepultadas bajo el mar en cuestión de pocos años, así como la mayor parte del litoral del Caribe y del Mediterráneo. Todo ello desembocó en la mayor crisis humanitaria conocida hasta ahora, que aún no ha sido mitigada y que ha supuesto la movilización de millones de migrantes viéndose superadas todas las fronteras europeas.

Tras caminar durante cientos de kilómetros llego a Rusia. Entro en el campo de refugiados y me enfrento a la situación de los que allí residen. Esta antigua estepa Rusa es una torre de babel. Hay decenas de nacionalidades, incluidos muchos españoles. Quién iba a pensar que cambiaría tanto la imagen típica de refugiado que la sociedad tenía durante las primeras décadas del año 2000, en ese momento eran personas que huían de la guerra en Siria, Sudán del Sur, etc.

Yo, que en aquel entonces tenía 16 años, disfrutaba de mi familia, iba al instituto, salía con mis amigos y, nunca, ni en las situaciones más extremas que pudiese imaginar, habría dicho que el mundo se vería asolado por este tipo de refugiados, en el que nos hemos convertido millones de personas: refugiados climáticos.

A pesar de que múltiples voces, entre ellas las de Naciones Unidas, la comunidad científica, o grupos ecologistas, hicieron mucho hincapié en cuidar el medio ambiente, nadie les tomó en serio y ahora sufrimos las consecuencias. Después de ver el panorama del campamento en Rusia, observo unos informes de una mesa y miro con resignación lo que apuntaban algunas agencias de la ONU décadas atrás. Como UNICEF, que ya en 2017 estimaba que 175 millones de niños se verían afectados por el cambio climático. Incluso ACNUR un año antes, en 2016, situaba en 24,6 millones de personas las desplazadas por desastres naturales. Una cifra que superaba por tres la de personas desplazadas por conflictos y guerras.

Cómo actuar para combatir el cambio climático

Rebuscando esos montones de hojas, encuentro los proyectos que Naciones Unidas galardonó como posibles soluciones al calentamiento global y, de repente, me topo con un informe que Naciones Unidas creó en 2017, en el que recomendaba a los ciudadanos de a pie cómo actuar para combatir el cambio climático.

Sencillas acciones cotidianas que todos podíamos llevar a cabo, como consumir menos carne, lavar la ropa con agua fría o templada, aislar mejor las ventanas para aumentar la eficiencia energética, llenar el lavavajillas antes de ponerlo, imprimir a dos caras en lugar de sólo a una…qué fácil era poder elegir si hacer esto o no en 2017 y qué obligatorio es hacerlo a día de hoy. Yo mismo ignoré muchos de estos consejos, me parecía que los científicos hacían predicciones de ciencia ficción.

Hoy, si pudiera volver atrás en el tiempo, sin lugar a dudas actuaría con mucha más conciencia de lo que lo hice en su momento. Ojalá todos en 2017 pudieran ver lo que hemos vivido como humanidad en los últimos años. Ojalá pudieran ver a estas miles de personas en este campo de refugiados. Ojalá hubieran escuchado seriamente a los científicos y los ecologistas. Ojalá los informes del campamento ruso y mis pensamientos actuales pudieran llegar de alguna manera a la gente de 2017. De ser así, todo esto podría haber sido evitado.

Me despierto sobresaltado. Recuerdo lo que estaba soñando. Llegaba a un campo de refugiados en Rusia. Miro mi teléfono y veo la fecha: octubre de 2017. Tomo aire, era solo una pesadilla. Sin embargo, a lo largo de los días siguientes, este sueño no deja de perseguirme. Porque las noticias que recibo apuntan a que puede muy fácilmente convertirse en realidad.

Pablo Morente Acale (19) y Karim Hallal Peche (22)

Pablo y Karim participan en la iniciativa “Write 2 Unite” de UNICEF, cuyo objetivo es fomentar un diálogo intercultural digital entre jóvenes refugiados, migrantes y locales. “Write 2 Unite” forma parte de la campaña Ante todo son niños de UNICEF —que busca resaltar que un niño es un niño, pase lo que pase— y está siendo implementado en España, Holanda y Eslovenia.

Fuente: https://www.unicef.es

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