En el Vaticano se está delineando un «plan B» para las próximas celebraciones de la Semana Santa ante la prolongada hospitalización del papa Francisco debido a sus problemas respiratorios. Aunque el pontífice muestra signos de mejora, su estancia en el hospital Gemelli de Roma, donde se recupera de una neumonía bilateral, no será corta. Las autoridades eclesiásticas anticipan que, incluso después de su alta, Francisco deberá observar un extenso periodo de convalecencia en su residencia de la Casa Santa Marta, lo que ha llevado a la búsqueda de alternativas para uno de los periodos más relevantes en el calendario litúrgico católico.
Hasta el momento, desde la oficina de prensa de la Santa Sede se ha evitado confirmar cualquier detalle, considerando las especulaciones de los medios sobre cómo se llevarán a cabo los ritos como meras «hipótesis». Sin embargo, es claro que el estado de salud del Papa y las restricciones que éste impone, replantean el desarrollo de las ceremonias religiosas, especialmente considerando que, en 2023, el Papa presidió todas las ceremonias de Semana Santa poco después de ser dado de alta por una bronquitis.
Entre las opciones que se barajan se encuentra la celebración de los rituales sin la presencia física del Papa, posiblemente delegando en varios cardenales las diversas funciones. Esta no sería la primera vez que la Iglesia católica adopta un enfoque similar, recordando el período final de la vida de Juan Pablo II, cuando sus colaboradores cercanos asumieron roles clave en las celebraciones. Durante la Semana Santa del año de la muerte de Wojtyla, cada cardenal designado por el Papa llevó adelante parte de los rituales, marcando un precedente para la situación actual.
Los actos de la Semana Santa Vaticana, que comienzan el 13 de abril con la misa del Domingo de Ramos y se extienden hasta el Domingo de Resurrección, el 21 de abril, incluyen ceremonias profundamente simbólicas como el lavado de los pies el Jueves Santo y el Vía Crucis en el Coliseo romano el Viernes Santo. La celebración concluye con la misa de Pascua y la bendición Urbi et Orbi, momentos culminantes en los que se ha especulado que el Papa podría participar de alguna manera, incluso a través de mensajes de video o conexiones en directo desde su residencia.
La eventual adopción de este «plan B» dependerá de la evolución del estado de salud del Papa Francisco, teniendo en cuenta su necesidad de descanso y recuperación. Mientras tanto, el Vaticano, con cautela, se prepara para asegurar la solemnidad y el recogimiento propios de la Semana Santa, adaptándose a las circunstancias y manteniendo en el centro la figura del pontífice, ya sea de manera presencial o simbólica.