En vísperas de la cumbre de jefes de Estado del G20, a realizarse el 18 y 19 de noviembre en Río de Janeiro, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, busca revitalizar el papel de Brasil en la esfera internacional. Reconocido por Barack Obama en 2009 como el «político más popular de la Tierra» y año en que Brasil co-fundó el bloque BRICS, Lula promete reavivar la influencia brasileña en el mundo, perdida durante la presidencia de Jair Bolsonaro.
Desde su regreso al poder en enero de 2023, Lula ha tenido un inicio diplomático frenético, restableciendo lazos con Estados Unidos bajo la presidencia de Joe Biden, además de la Unión Europea, África y China, relaciones que se vieron marginadas en la administración de Bolsonaro. A su vez, mantiene relaciones estratégicas con Rusia y la India, demostrando un equilibrio en su política exterior.
El G20 de esta semana representa para Lula no solo un retorno a los reflectores internacionales sino también una plataforma para promover las causas del sur global, pese a enfrentarse a una agenda probablemente dominada por la geopolítica. Un cambio notable en su tercera administración es su política hacia Venezuela y Nicaragua, mostrando un giro estratégico al boicotear la entrada de Nicolás Maduro al grupo BRICS durante la última cumbre realizada en Kazán, Rusia, un movimiento que significó enfrentarse con aliados como Vladimir Putin.
La política exterior de Lula 3 marca distancias con Maduro después de desconocer el resultado de las últimas elecciones presidenciales en Venezuela y rechazar el aumento de la represión en el país, situaciones que deterioraron las relaciones bilaterales hasta llegar a insólitos insultos por parte del fiscal general de Venezuela, Tareck William Saab, quien calificó a Lula como un agente de la CIA.
Nicaragua también ha sido objeto de una drástica decisión por parte de Brasil, al expulsar a la embajadora nicaragüense como respuesta a la expulsión de su embajador, evidenciando una brecha con parte del Partido de los Trabajadores, afín a regímenes similares.
Más allá de las relaciones bilaterales, Lula tiene ambiciosos planes para el G20, entre ellos, reformar los órganos de gobernanza mundial como Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional, y la creación de una alianza global contra el hambre y la pobreza, donde se busca sacar a 600 millones de personas del mapa del hambre para 2030. Además, propone un impuesto del 2% a los super ricos, una medida que ha generado resistencia en países como Estados Unidos y Alemania.
La agenda brasileña para el G20 también incluye la promoción de la economía digital, el debate sobre la inteligencia artificial y la regulación de las redes sociales para proteger la integridad de la información, en un momento en que figuras como Elon Musk han mostrado su influencia en la política interna de países.
Con un escenario global complejo, marcado por conflictos en Ucrania y Medio Oriente, y la incertidumbre política en Estados Unidos, Brasil y Lula se encuentran ante el desafío de equilibrar la agenda social con el inevitable debate geopolítico. Sin embargo, el G20 es solo el inicio de una serie de plataformas internacionales que Brasil presidirá, ofreciendo a Lula la oportunidad de consolidar su visión de liderazgo en el sur global y en el escenario mundial.