La escalada de violencia en Oriente Medio ha alcanzado un nuevo pico en los últimos diez meses, tras el atentado del 7 de octubre, que marcó el inicio de una invasión en la Franja de Gaza. Desde entonces, el conflicto se ha expandido significativamente, implicando a varios actores regionales y convirtiendo a la región en un tablero de complejas operaciones militares donde Israel se enfrenta no solo a Hamás en Gaza, sino también a Hezbolá en Líbano, milicias respaldadas por Irán en Siria e Irak, y los hutíes en Yemen.
La estrategia de Israel, descrita inicialmente como una «operación antiterrorista» en Gaza, tuvo como objetivo destruir la infraestructura de Hamás mediante ataques aéreos y operaciones terrestres. A pesar de la intención de transitar hacia una fase de menor intensidad, la realidad en terreno ha sido brutal, con un alto costo humano, especialmente en la Franja de Gaza, donde se estima que al menos 40,000 personas han perdido la vida.
La situación en Líbano ha visto un intercambio de fuegos intensos entre Israel y la milicia chií Hezbolá, el más grave desde la guerra de 2006. Aunque no se ha declarado una guerra abierta, la tensión y los ataques en la frontera sugieren una escalada que podría desembocar en operaciones más significativas.
Por otro lado, Irán se ha erigido como un protagonista central en este conflicto. La república islámica ha respondido a los ataques israelíes en su territorio y contra sus intereses en Siria con una poderosa ofensiva contra Israel, aunque la mayoría de los ataques fueron interceptados. Este intercambio subraya la delicada línea que ambas partes están dispuestas a cruzar sin desencadenar una confrontación directa de mayor envergadura.
En Cisjordania, la intensificación de las operaciones militares israelíes se ha traducido en un aumento significativo de las víctimas palestinas, al tiempo que se ha acelerado la construcción de nuevos asentamientos, lo cual ha exacerbado las tensiones en la zona.
La guerra también ha tenido repercusiones en Siria e Irak, donde Israel ha atacado objetivos relacionados con milicias proiraníes, y en Yemen, donde el conflicto se ha expandido al Mar Rojo con ataques contra barcos y objetivos hutíes.
Este panorama deja en evidencia el complejo entramado de alianzas y enemistades en la región, que ha complicado los esfuerzos por alcanzar un alto al fuego. A medida que el conflicto se extiende y diversifica, la esperanza de una resolución pacífica parece cada vez más lejana, y la población civil sigue pagando el precio más alto en este juego geopolítico donde las potencias regionales y extrarregionales mueven sus piezas en busca de seguridad y dominio territorial.