El siglo XIX español fue un periodo que experimentó numerosas transformaciones. Dentro de dichos cambios, nos vamos a centrar en la relación establecida entre la prensa satírica, es decir, aquella que desde el humor y la crítica ofrecía su visión de la realidad, y las mujeres, quienes también estaban viviendo un proceso de transformación de su lugar y sus funciones dentro de la sociedad.
La imagen femenina fue empleada en las caricaturas de la prensa satírica de diferentes tendencias ideológicas como medio para representar o “encarnar” conceptos e ideas políticas tales como nación, constitución, revolución, libertad, república o democracia.
La prensa satírica: narrando el relato de la actualidad en clave de humor
La prensa en buena parte del siglo XIX se convirtió en un elemento fundamental dentro del panorama sociopolítico. Era el principal portador de información y, por tanto, el medio fundamental para conocer la actualidad nacional e internacional y, en el caso de la prensa ilustrada, los rostros de las principales personalidades de la época. Debido a su potencial papel de creación y dirección de opinión pública a través de sus contenidos, su desarrollo estará estrechamente vinculado con la coyuntura política y las fluctuantes normativas de regulación de las leyes de imprenta y libertad de expresión.
La prensa satírica es un tipo de publicación periódica de carácter joco-serio, crítico, transgresor y popular, fundamentado en el humor y en muchos casos con intencionalidad política. Dentro de ella, algunas publicaciones incluían viñetas que, de forma caricaturesca, plasmaban la realidad sociopolítica de su época. Estas últimas estuvieron presentes en el panorama español desde su nacimiento, en la década de 1830 del reinado de Isabel II (1833-1868).
Las caricaturas, junto con el pie que las acompaña, son el elemento de refuerzo clave del objetivo editorial de este tipo de prensa. Éstas, junto con el empleo de un lenguaje sencillo lleno de coloquialismos, aumentaron el alcance social de este tipo de prensa, incluyendo entre sus lectores no sólo a la burguesía ilustrada, sino también a sectores populares que podían “leer” esas caricaturas.
Alegorías: la mujer como abstracción
Tal como han evidenciado autores como Capdevila o Laguna Platero y Martínez Gallego, las mujeres aparecen presentes en las caricaturas, tanto de sátira política como costumbrista, desde los inicios de la prensa satírica. Sin embargo, paralelamente a la realidad sociopolítica, su presencia fue aumentando de forma progresiva.
La representación alegórica bajo la figura femenina que encontramos en las viñetas de sátira política procede, según Maurice Agulhon, de la tradición mitológica, intelectual y artística occidental. Según esta, existía una correspondencia entre el sexo adoptado por la alegoría, en tanto que encarnación de conceptos abstractos, y el género gramatical del nombre de la idea representada.
Su identificación se realiza a través de la escritura del nombre del concepto que encarnan en sus ropas, a pie de viñeta o en objetos, a través de los colores (ya con las cromolitografías) o mediante la inclusión de atributos relacionados con la misma.
En las alegorías femeninas los hombres, principales diseñadores, descriptores y lectores de las mismas, proyectaron sus aspiraciones y proyectos políticos, elaborando metáforas visuales que plasmaban su concepción ideal de las mujeres (actitudes, función social, físico…). No obstante, en las imágenes alegóricas femeninas que encontramos en la prensa satírica los dibujantes tomaban sus cuerpos para convertirlos en medios de representación de unas ideas pertenecientes al ámbito público del cual estaban excluidas.
Atendiendo al modo en que son representadas, estas alegorías pueden ser clasificadas en tres modelos: la “lamia”, la “matrona” y la “dama”.
Lamias e ideas peligrosas
La “lamia”, o mujer monstruosa, representa el lado más primitivo y peligroso de la “naturaleza femenina” que se deja llevar por sus sentimientos.
Son representadas como mujeres vestidas con toga y sandalias, con los rasgos femeninos acentuados (melena suelta y revuelta, pechos al descubierto, abertura en el vestido que permite ver su pierna…) y actitudes consideradas masculinas (fuerza física, comportamientos violentos, falta de autocontrol…).
Mediante estas representaciones, en algunos casos se pretendía generar rechazo en el lector hacia los conceptos que encarnan, al igual que lo haría una mujer que incumple con las pautas de conducta y vestimenta designadas. Esto las convertía en una especie de monstruo pasional que se salía de esa estructura de géneros dual, opuesta y complementaria.
No obstante, como vemos en la imagen anterior, en algunas ocasiones podía ser empleada para defender en positivo o destacar la fuerza de determinadas ideas.
Matrona: el ideal de feminidad encarnado
La “matrona”, de influencia grecorromana, trasciende lo terrenal para convertirse en una especie de Magna Mater, exaltando la función maternal. Se vinculaba a estas figuras con las características consideradas “femeninas” de preocupación y defensa de los hijos y de indefensión ante los hombres que las maltratan, las pretenden o las utilizan.
Por ello, las alegorías encarnadas en matronas son presentadas con túnica y sandalias, actuando de madres protectoras o bien siendo las víctimas de los avatares de la política. Aparecen generalmente encarnando los conceptos de España u otras naciones, ciudades o provincias, la República, la Constitución, la Democracia, la Revolución o la Libertad.
El propósito de éstas era despertar en el lector sentimientos de misericordia y protección del concepto feminizado, cuando era victimizado, o bien de orgullo y patriotismo, cuando la alegoría era plasmada como defensora.
Las damas o la popularización de la política
La “dama desconocida” o terrenal se refería a mujeres de rasgos tradicionales con apariencia joven, castiza, exuberante y un tanto folclórica que presentaban conductas atribuidas a dicha supuesta “naturaleza femenina” como la coquetería, la dependencia masculina, la asistencia a los demás o que encarnaban profesiones típicamente femeninas (vendedora, portera, maestra, criada, nodriza…).
El propósito de este tipo de alegorías era acercar la política al pueblo, popularizándola y haciéndola estéticamente más próxima a su realidad, con el objetivo de conseguir una mayor movilización política.
Las alegorías, mucho más que representaciones femeninas
La representación femenina en las viñetas de la prensa satírica decimonónica nos permite vislumbrar, a través del espejo deformador de la caricatura, las concepciones de lo que estaba socialmente entendido que “debía ser una mujer” y lo que no, con el objetivo de servir como modelo y guía de las mujeres y de la sociedad en general.
En el caso particular de las alegorías nos encontramos con una utilización del cuerpo femenino dentro de un ámbito, como es el político, del que estaban excluidas. Su propósito era encarnar ideas abstractas y también las vinculaba con su rol asignado de madres virtuosas encargadas de transmitir valores a sus hijos.
A través de ellas, los dibujantes estaban construyendo y plasmando el imaginario de la sociedad decimonónica con respecto a dichas ideas políticas, pero también el ideal de feminidad burgués.
Raquel Irisarri Gutiérrez recibe fondos de la Universidad de La Rioja y la Comunidad Autónoma de La Rioja, entidades financiadoras del contrato FPI del que disfruta actualmente.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el original aquí.