¿Coincidencia o reajuste de poder? La triple muerte tras las Navas de Tolosa vuelve a escena 811 años después

Tal día como hoy de 1214 moría en Gutierre-Muñoz (Ávila) Alfonso VIII de Castilla, el rey que dos años antes había encabezado la victoria de Las Navas de Tolosa (1212) y colocado a la monarquía castellana en el centro del tablero europeo. Su fallecimiento no fue un hecho aislado: en apenas mes y medio también murieron su alférez en la batalla, Diego López de Haro (16 de septiembre) y su esposa, Leonor Plantagenet (31 de octubre). Tres decesos en 45 días que hoy vuelven al debate público de la mano de la escritora R. K. Yafa, quien propone volver a leer aquel otoño como algo más que una coincidencia biográfica.

La secuencia temporal impresiona por sí sola. Diego López de Haro, figura clave en el dispositivo militar de 1212; Alfonso VIII, el monarca que logró coaligar a Castilla, Aragón y Navarra; y Leonor Plantagenet, heredera de un linaje que conectaba a Castilla con Inglaterra y Francia, desaparecen casi encadenados. La hipótesis de Yafa —planteada en su obra Yo, Rajel Ezra. La amante de Alfonso VIII— no pretende sustentar una teoría conspirativa cerrada, sino invitar a mirar de nuevo el contexto político y espiritual del momento: el éxito de Las Navas, la reconfiguración de alianzas y la tensión entre devoción y autonomía regia que siguió al triunfo. El libro se presentará el viernes 14 de noviembre en la Biblioteca Pública de Cuenca, en un acto compartido con el director del Museo Arqueológico, Miguel Contreras Martínez.

Castilla en la Europa de comienzos del XIII

El matrimonio entre Alfonso VIII y Leonor Plantagenet había situado a Castilla en el corazón político de Europa. Hija de Enrique II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, y hermana de Ricardo Corazón de León, Leonor aportó a la corte castellana una red de alianzas inédita hasta entonces. Los enlaces de sus hijas, Urraca (con el rey de Portugal) y Blanca (futura reina de Francia), consolidaron esa proyección internacional de la dinastía. La victoria de Las Navas de Tolosa consagró públicamente ese poder: por primera vez, un rey peninsular era celebrado en la cristiandad como defensor de Europa, eco que recogieron cronistas como Sicardo de Cremona.

Pero la gloria también dejó poso de inquietud. Inocencio III, gran impulsor de la cruzada peninsular, recordó en su correspondencia que el éxito no debía atribuirse a un solo rey, sino a la voluntad de Dios, y —antes de la batalla— había aconsejado prudencia: no marchar “contra los sarracenos sin la debida preparación”. Ese tira y afloja entre exaltación y cautela, entre alianza y recelo, es parte del telón de fondo que la autora propone reconsiderar cuando se observan, en bloque, las tres muertes de 1214.

Un vacío en la cúspide… y una pregunta abierta

La concatenación de decesos desarticuló en semanas el núcleo político y dinástico de Castilla: el rey, la reina y el alférez que había acompañado al monarca en la victoria desaparecieron casi a la vez. ¿Pura casualidad —en un mundo medieval atravesado por enfermedades, campañas y desplazamientos— o símbolo de un reajuste de poder en el que se entrelazaron intereses políticos y tensiones espirituales? Yafa no cierra la respuesta; propone reabrir el expediente desde la historia, la diplomática y la lectura crítica de fuentes. Ocho siglos después, recuerda, la historia sigue guardando silencio, pero ese silencio “pide ser interpretado”.

Las Navas como punto de inflexión

A comienzos del siglo XIII, los reinos cristianos peninsulares competían entre sí mientras el imperio almohade dominaba el sur. El logro de Alfonso VIII fue inédito: coordinar a tres coronas en una empresa común. La victoria del 16 de julio de 1212, más allá del resultado militar, se convirtió en símbolo de un ideal de unidad cristiana y en la palanca que reordenó equilibrios internos en la Península y percepciones externas sobre su peso estratégico. Releer aquel otoño de 1214 es, al fin, releer el eco de Las Navas: la gestión del prestigio, la administración del mérito y el pulso —a veces soterrado— entre autoridad regia y autoridad espiritual.

Literatura e historiografía: diálogo necesario

El trabajo de Yafa se inscribe en una tradición de narrativa histórica que dialoga con la investigación y estimula preguntas. No busca sustituir al archivo ni al análisis crítico de documentos; pretende encender la curiosidad sobre un encadenado de hechos que, al ser puestos juntos, reclaman contexto. En un tiempo que favorece la hiperexplicación inmediata, este enfoque recuerda que no todo quedó aclarado y que la duda razonada también forma parte de la cultura histórica.


Presentación del libro

Yo, Rajel Ezra. La amante de Alfonso VIII, de R. K. Yafa
Cuándo: viernes, 14 de noviembre
Dónde: Biblioteca Pública de Cuenca
Con: Miguel Contreras Martínez, director del Museo Arqueológico (presentación conjunta)

Nota: Este artículo resume los ejes del comunicado y la propuesta de lectura que plantea la autora sobre la triple muerte de 1214 en el entorno de Alfonso VIII y Las Navas de Tolosa. La interpretación definitiva sigue abierta, a la espera de nuevas preguntas y del contraste documental que toda hipótesis histórica requiere.

Imagen Wikipedia: Batalla de las Navas de Tolosa

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