China enfrenta una tendencia sostenida en la caída de su población: Implicaciones y desafíos futuros

En la capital china, una escena cotidiana refleja cambios profundos en la sociedad. En una pequeña pastelería cercana a una concurrida estación de metro, una empleada sirve caramelos y hojaldres de chocolate, uno de los varios deleites que ofrecen un breve descanso a los adultos que enfrentan el frio y la presión del día a día. Curiosamente, a pesar de ser una hora donde los niños suelen merodear, el lugar está lleno de adultos, reflejando una realidad más profunda que la preferencia por los dulces.

Una mujer de unos 40 años comparte su visión sobre la paternidad en la metrópolis: «Tener un hijo es demasiado caro». Esta declaración abarca una compleja red de factores que afectan la decisión de formar una familia en la China contemporánea. La necesidad de dobles ingresos para subsistir en ciudades como Pekín, sumada a la ausencia de quien cuide a los hijos si ambos padres trabajan, pinta un panorama desalentador para aquellos que alguna vez soñaron con tener descendencia.

La política de natalidad en China ha experimentado giros dramáticos, desde la rigidez del hijo único impuesto durante más de tres décadas, hasta la apertura hacia una flexibilización que ahora permite hasta tres hijos. Sin embargo, estos cambios políticos no han logrado contrarrestar un fenómeno de caída de la natalidad, exacerbado por el creciente coste de vida y un cambio en las prioridades y estilo de vida de la población.

El individualismo creciente, el costo prohibitivo de la educación y las consecuencias en la carrera profesional de las mujeres son algunas de las barreras citadas por los jóvenes como Ruiqi, una estudiante de 22 años, que si bien no descarta la maternidad, prefiere postergarla hasta superar ciertos obstáculos considerables.

El efecto de la política Covid-cero, implementada entre 2020 y 2022, también ha jugado un papel en la modificación de las aspiraciones familiares, junto con un aumento en la mortalidad que el país experimentó con el brote epidémico de principios de 2023. La tasa de natalidad se desplomó a nuevos mínimos históricos, evidenciando una fractura entre las intenciones gubernamentales y la realidades socioeconómicas y culturales de sus ciudadanos.

Tras el levantamiento de restricciones, el dinamismo de la urbe contrasta con la perspectiva de jóvenes adultos como Deng, de 19 años, para quien la decisión de no tener hijos no solo es económica, sino también una cuestión de libertad personal y preferencias de vida. Este sentimiento resuena entre muchos jóvenes que rompen con el tradicionalismo familiar en busca de un camino que resuene más con su individualidad.

La caída a la tasa de natalidad más baja desde el inicio de los registros en 1949 es un claro indicativo de los desafíos demográficos que enfrenta China. Frente a esta situación, las calles de Pekín se llenan de historias individuales que, juntas, tejen el relato de una sociedad en transformación, donde los caramelos y hojaldres de una pastelería cercana al metro son solo el preámbulo de diálogos mayores sobre el futuro del país.

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