El lunes, Ciudad Real despertaba aún vibrante tras la celebración del ascenso a la máxima categoría del balonmano, en un ambiente que recordaba a la época dorada del BM Ciudad Real. Los habitantes de la ciudad, con la camiseta del Caserío puesta, llenaban los cafés hablando del deporte que tanto ha representado para la comunidad. La ilusión había regresado tras años de lucha, en los que el equipo había rozado el ascenso en varias ocasiones antes de finalmente lograrlo.
La emotiva recepción en el Ayuntamiento de Ciudad Real, presidida por el alcalde Francisco Cañizares, fue una ocasión para que los jugadores se sintieran homenajeados por su esfuerzo. A pesar del calor estival, más de mil aficionados se congregaron para celebrar la hazaña, entonando los nombres de sus héroes. Este momento se convertiría en parte de la historia de la ciudad, un recuerdo imborrable que los aficionados compartirán en las generaciones futuras.
El presidente del equipo y el entrenador destacaron la importancia de mantener el apoyo local para continuar el crecimiento del club. Santi Urdiales advirtió sobre la fragilidad del proyecto, instando a todos a unir esfuerzos para cimentar las bases del futuro. El capitán del equipo, visiblemente emocionado, también reflexionó sobre la relevancia de cuidar los logros alcanzados, recordando que este es un sueño que todos han compartido y que, a pesar de cambios en el plantel, permanecerá grabado en la memoria colectiva de la ciudad.