En una declaración que ha resonado en los pasillos de la política internacional, Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, anunció durante la visita del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, a Washington, una propuesta que ha tomado al mundo por sorpresa. Trump propuso tomar el control de la Franja de Gaza, una región devastada por una reciente ofensiva militar israelí en respuesta a los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre de 2023. Su ambición es transformar este territorio en la «Riviera de Oriente Medio», un giro dramático tras declaraciones previas sobre la necesidad de «limpiar» el área y reubicar a su población en países vecinos como Jordania y Egipto.
La iniciativa de Trump ha generado una amplia gama de reacciones. La Comisión Europea, manteniendo un bajo perfil hasta ahora, ha reiterado su compromiso con la solución de dos Estados y ha enfatizado que Gaza debería ser una parte integral del futuro Estado palestino. Anouar El Anouni, portavoz de la Comisión Europea para asuntos exteriores, expresó preocupación por los desplazamientos forzados de palestinos que tal plan implicaría, sugiriendo una discrepancia fundamental con la visión de Trump.
La retórica de la administración Trump, encapsulada en el lema «Make Gaza Great Again», ha encontrado eco en algunas esferas, mientras que en otras ha sido objeto de severas críticas. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, ha mantenido hasta ahora una postura cautelosa, evitando confrontaciones abiertas con la Casa Blanca en este y otros temas. Sin embargo, la comunidad internacional ha expresado su malestar y desaprobación hacia la propuesta de Trump. La ministra de Asuntos Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, la calificó de «inaceptable», y posiciones similares fueron tomadas por los ministerios de Asuntos Exteriores de Francia y España, destacando preocupaciones de violaciones al derecho internacional y la autodeterminación palestina.
Esta situación plantea un dilema para la comunidad internacional y especialmente para la Unión Europea, que se encuentra en la encrucijada de mantener relaciones diplomáticas estables con Estados Unidos, mientras defiende principios fundamentales del derecho internacional y la solución de dos Estados. La estrategia a largo plazo de la UE parece orientarse a evitar reacciones impulsivas a cada declaración controversial proveniente de Washington, una táctica que parece destinada a evitar escaladas innecesarias sin comprometer sus valores fundamentales.
La reacción global a esta propuesta de Trump refleja las complejidades de la política en Oriente Medio y las dificultades inherentes a encontrar una solución pacífica y sostenible para la región. Mientras tanto, el mundo observa atentamente las repercusiones que estas declaraciones pueden tener en la ya volátil situación geopolítica de la región, esperando que la retórica no supere a la razón y que las vías para una paz duradera no se vean aún más obstruidas.